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Ocho de marzo

Hace unos meses, regresando de un viaje, me detuve en una gasolinera en medio de la nada. El cruce, el desvío, la variante, no recuerdo bien su nombre.
Eran las cuatro de la tarde de un luminoso sábado otoñal, esa hora después del almuerzo en la que nadie pasea las calles.
Una mujer joven acudió a llenar el depósito. Morena, guapa, la melena rizada le caía por la espalda.
Una gasolinera en una carretera secundaria. Caminos agrícolas y olivos, una inmensa llanura de olivos.
Entré en la tienda y al rato apareció la misma joven que me había atendido. Mientras me cobraba la botella de agua, busqué las cámaras de seguridad camufladas. Sentí miedo por ella, trabajando sola, en medio de la nada.  Al momento me avergoncé de ese sentimiento. Ante mí a una mujer joven, fuerte, segura, valiente, ocupaba un espacio tradicionalmente reservado a los hombres.
Ayer me senté a buscar a la niña que fui. Han transcurrido tantos años que a veces me cuesta encontrarla. La niña ingenua y risueña descubrió muy pronto que no debía trepar a los árboles ni perderse con la bicicleta por los caminos, que las mañanas se dedicaban a la limpieza y las tardes a la costura.
La niña que fui se quitó los pendientes de las orejas y entendió que nacer mujer le haría la vida más difícil.
Hoy me pregunto qué hubiera pensado al ver a una joven trabajando sola en una gasolinera. Quizás no se habría sentido tan incomprendida y se hubiera ahorrado los miedos y las culpas de toda una vida.
 Hoy pienso en todas las niñas del mundo: en mis alumnas que miraban ayer con orgullo; pero también en las que no pueden ir a la escuela, en las niñas mineras del Potosí, las que acarrean agua desde los pozos, las que cuidan de sus hermanos y hermanas, las que sufren matrimonios concertados, las que son sometidas a la ablación, las que son agredidas sexualmente y violadas.

Tal vez hoy les lleguen nuestras voces, nuestros gritos, el eco de nuestras canciones y el sonido de nuestros pies ocupando las calles. Para ellas, sin duda, las mujeres construimos este ocho de marzo un futuro donde nacer mujer no suponga una desventaja.

Comentarios

eva fernandez ha dicho que…
Cómo te comprendo cuando te avergüenzas de pensar que esa chica estaba sola!!! Es un ejercicio de autoconfianza y seguridad en mí misma, el que tengo que hacer para recordar que ellos también andan solos, y lo injusto que es que lo hagan sin miedo, mientras nosotras, miramos hacia atrás en una calle solitaria.
Ayer me sentí fuerte junto a las mías, tres generaciones de mujeres feministas y reivindicativas, luchando por un mundo mejor, ocupando las calles y diciendo gritando que no estamos solas.
Lola Escabias ha dicho que…
Que emocionante, Pepa. Y todavía resonando los ecos de ayer. Un abrazo.
Amelia ha dicho que…
Un beso Pepa.
Amelia ha dicho que…
Me dejas sin palabras, como siempre.
Susana ha dicho que…
Verdad Pepa.
Tenemos que seguir.
Un abrazo
Raquel H. ha dicho que…
Feliz de formar parte de esta familia y de poder disfrutar de tus brillantes escritos. Gracias
pepabb ha dicho que…
Gracias por vuestros comentarios. ¿Quién eres, desconocido/a?

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