Queridas chicas, queridos chicos:
No nos podemos despedir. Ayer comenzó el verano y no os he contado que es el día más largo del año y desde la Prehistoria las personas se reúnen para celebrarlo. Había preparado el poema “Verano” que Luis García Montero incluyó en “Lecciones de poesía para niños rebeldes”.
“Las estrellas se citan en el cielo,
cogen el ascensor
y bajan lentamente a la piscina”
Tenemos aprenderlo, porque la primavera nos sorprendió con el confinamiento recién estrenado y se nos quedó en el tintero ese poema, con Irene tocando la flauta.
Os adjunto una captura de pantalla con el poema y me enviáis las grabaciones por correo electrónico. Tranquilidad, que no cunda el pánico: es broma, ya sé que a veces no entendéis mis ironías.
No nos podemos despedir porque aún no os he hablado sobre Janis Joplin, la voz más desgarradora del Rock and Roll. Hoy, último día lectivo, debería retumbar todo el pasillo con las notas de Summertime. Y después, mientras me abrazáis por última vez, sonaría Pink Floyd:
“We don’t need no education,
we don’t need no thought control.
Hey, teacher, leave the kids alone!
Ayer, domingo por la tarde, mientras editaba el último vídeo del trimestre confinado, con vuestras grabaciones de canciones en inglés y español, reflexionaba sobre mi insistencia en que cantéis y bailéis, precisamente yo, que soy incapaz de entonar una nota y no he aprendido ni a bailar sevillanas.
En algún lugar, leí que cantar en grupo aumenta las endorfinas (no pienso explicar el significado, coged el diccionario o buscadlo en google) y produce una inmensa sensación de felicidad. De ahí viene mi manía de terminar la jornada escolar con un vídeo musical.
Desde quinto, teníais especial predilección por “La Casa por el Tejado” de Fito y los Fitipaldis, aunque grabamos el Lip dub de “La Puerta Violeta” y no dejaba de sonar Cold Play, John Lennon, Rosalía, Colbie Caillat e incluso el Kanka recordando que Andalucía nos quiere.
No nos podemos despedir. “La foto de los 10.000 me gusta” de Nando López se quedó a medio ensayar. S. se aprendió perfectamente el rap, pero en las últimas escenas aún andabais con el libro en la mano y no teníamos organizado el final. Por cierto, algún ejemplar resistirá en el fondo de vuestras mochilas desde aquel 13 de marzo en el que no nos pudimos despedir con un abrazo.
No nos podemos despedir porque no os habéis graduado. En junio, redactasteis el discurso de graduación y nos hemos emocionado leyéndolos en la videoconferencia. Sin embargo, me siento incapaz para elegir uno de ellos.
No nos podemos despedir porque no he preparado mi discurso para el acto de graduación. Me paso los días pensando en los versos adecuados para deciros adiós. Tal vez los más oportunos son aquellos de Willian Ernest Henley que Mandela recitaba en su celda.
“No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigos sea la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma”
La promoción anterior se apropió de estos versos, igual que vosotros y vosotras os habéis adueñado de la canción de Fito y los Fitipaldis. Como yo odio repetirme, no puedo utilizarlos de nuevo.
Sois el grupo que representó la obra del Medio Pollito y todo el colegio repetía: ¡Pío, pío, pío, quiero lo que es mío! Veníais hinchados de orgullo cuando escuchabais a los más pequeños gritarlo por los pasillos. Si yo creyera en las premoniciones, diría que anticipaba vuestra capacidad de resiliencia (¿Otra vez? ¿Para qué están los diccionarios?).
Sois la clase que aprendió “La canción del Pirata”, el “Libre te quiero” para el 25 N; la que llamó a la pizzería del barrio para saber cómo se dividía en fracciones una pizza; la que cuidaba el huerto al grito de “Malahierba, tra, tra”; la que grabó la película sobre el cuento “Yo voy conmigo” de Raquel Díaz; la que conoció al árbol más viejo de Doñana; la que estableció los turnos de reciclado; la que competía por el diploma del frutero/a del trimestre y admiraba a Greta Thunberg.
No nos podemos despedir porque tengo que borrar miles de correos electrónicos de los últimos tres meses y aún tengo que cerrar el diario del confinamiento, que ha sido el hilo a través del cual he intentado manteneros a mi lado.
No nos podemos despedir porque me faltan vuestros abrazos. Pero esta mañana, he leído un poema de María Calle que me ha recordado los besos y abrazos perdidos:
“Que no falten los ecos…
Que no sobren los sonidos…
Que no teman los ardientes pensamientos,
Que los retenga el conocimiento,
que los manifieste la razón.
que los besos sí, se eligen,
se eligen con cordura,
La del corazón.
Os envío muchos besos y abrazos con la cordura del corazón. Hasta luego.
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