En una plaza de Conil de la Frontera han erigido un monumento al maestro. Se trata de un grupo escultórico formado por dos estatuas oscuras y macizas, situadas en una plaza blanca de un pueblo del sur. La más grande representa a un hombre mayor sentado en una silla. Es casi un anciano y sostiene en sus manos un libro abierto. Sobrecogen las bolsas de sus ojos, la mirada triste, el gesto adusto, las manos huesudas,... Frente a él, lo suficientemente lejos como para transmitir la ausencia de cercanía, la carencia de afecto, un niño muy serio encorva la espalda en un gesto que desprende más temor que respeto.
Me duele este pobre maestro. Me duele este niño con miedo.
Son la imagen de una escuela de posguerra, de cuando la letra entraba con sangre y el castigo corporal se imponía como principio metodológico.
Nada tiene que ver con la educación que recibí, heredera de la Escuela Nueva de Freinet, impulsada por maestros y maestras que pensaban que el suyo no era un trabajo cualquiera. Tuve la suerte de educarme en una escuela rodeada de rosales, que sembré con mis propias manos, junto a mi maestra. En las aulas del colegio Antonio Machado de La Luisiana me enseñaron a hablar, pensar y expresar sentimientos.
En la puerta de esa escuela hay una plaza con el nombre de mi maestra, la plaza Maribel Hidalgo. Quizás sea necesario un monumento para que no olvidemos a las mujeres que, como ella, se preocupaban de que las niñas fueran a la escuela y al instituto, mujeres que fueron un modelo en los años 70, cuando no era posible hablar de feminismo o coeducación en los pueblos jornaleros de la campiña sevillana y que nos inculcaron el sueño de una escuela feliz y una sociedad más justa.
Comentarios
http://mundomaltratado.blogspot.com/2008/10/contrato-maestra.html
llenaron las vidas de muchas criatura de libertad