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Mostrando entradas de marzo, 2012

Leer entre túneles

Microrrelato finalista del certamen "Donde lees tú" de la Fundación German Sánchez Rupérez " La oigo llorar. Suena como un gatito maullando. Su llanto atraviesa el túnel de mis sueños. Es tan pequeña con sus deditos arrugados. Me incorporo en la cama. A tientas, enciendo el interruptor de la lámpara. Tomo a la niña en mis brazos y la acomodo en mi pecho izquierdo. Cuando noto que chupa con fruición alargo la mano derecha y abro el volumen  que hay sobre la mesilla de noche. La niña se mueve inquieta. Cierro el libro. La cambio de pecho.  En esta postura  es más difícil leer. Abro el libro con mucho tiento. Estiro la cabeza por encima de la suya para ver las letras.  Termina de mamar y la poso sobre mi hombro. Expulsa los gases lentamente. La arropo en la cuna. Apago la luz y me refugio bajo el edredón.  La oigo succionar el chupete. Entro de nuevo en el túnel del sueño."

¿Para qué sirve un EABE?

No hace mucho aprendí a escribir sin prisa, sobre todo crónicas de eventos. Siempre me inclino por crónicas sentimentales o gastronómicas. Regreso cargada de emociones, abrazos, sonrisas y encuentros que me impiden analizar con claridad y desarrollar un tema medianamente serio. Durante los días 9 y 10 de marzo asistí en Carmona al EABE12, un encuentro de profesorado de todos los niveles educativos relacionados de una u otra forma con las TIC. Las siglas EABE están a punto de perder la A de andaluz y la B de blog. Cuando estábamos en la recta final del encuentro un alumno lanzó la siguiente pregunta: -”¿Esto va a servir para algo?” -”The answer, my friend, is blowing in the wind” hubiera respondido Bob Dylan. Como no soy Bob Dylan, ni pretendo serlo, intentaré desgranar para qué sirve, desde mi punto de vista, un EABE. En primer lugar, el EABE es el marco idóneo para desvirtualizar. Algunos de los avatares que aparecen en la pantalla de tu ordenador están delante tuya y sient

Ocho de marzo: un motivo

-¿Por qué me habéis buscado a mí? En aquel pasillo de paredes desconchadas la profesora las escuchaba sentada en un banco. Las muchachas sabían que tenía guardia y habían distinguido en la oscuridad su larga falda y el destello metálico de las gafas. Era una buena pregunta. Aquella profesora de biología con acento vasco e indumentaria hippie nunca les había impartido clase. Solo la conocían de vista, de cruzársela por los pasillos del instituto. Pero no dudaron un segundo al pensar en la persona que las ayudaría. -Os tenéis que tranquilizar. Decidle a vuestra amiga que espere una semana y si no se soluciona yo la ayudaré. Entonces, al despedirse, la profesora de biología quiso saber: -¿Por qué me habéis buscado a mí? No supieron responder. Miraron a la profesora a los ojos y entraron en clase de latín. Años más tarde recordó aquella historia. Ahora era una universitaria ingenua e ilusionada. Con el primer plazo de la beca compró su mayor tesoro: una olivetti lettera 25. En la tapa col