Hace unos meses, regresando de
un viaje, me detuve en una gasolinera en medio de la nada. El cruce, el desvío,
la variante, no recuerdo bien su nombre.
Eran las cuatro de la tarde de
un luminoso sábado otoñal, esa hora después del almuerzo en la que nadie pasea
las calles.
Una mujer joven acudió a llenar
el depósito. Morena, guapa, la melena rizada le caía por la espalda.
Una gasolinera en una carretera
secundaria. Caminos agrícolas y olivos, una inmensa llanura de olivos.
Entré en la tienda y al rato
apareció la misma joven que me había atendido. Mientras me cobraba la botella
de agua, busqué las cámaras de seguridad camufladas. Sentí miedo por ella,
trabajando sola, en medio de la nada. Al
momento me avergoncé de ese sentimiento. Ante mí a una mujer joven, fuerte,
segura, valiente, ocupaba un espacio tradicionalmente reservado a los hombres.
Ayer me senté a buscar a la niña
que fui. Han transcurrido tantos años que a veces me cuesta encontrarla. La
niña ingenua y risueña descubrió muy pronto que no debía trepar a los árboles
ni perderse con la bicicleta por los caminos, que las mañanas se dedicaban a la
limpieza y las tardes a la costura.
La niña que fui se quitó los
pendientes de las orejas y entendió que nacer mujer le haría la vida más difícil.
Hoy me pregunto qué hubiera
pensado al ver a una joven trabajando sola en una gasolinera. Quizás no se
habría sentido tan incomprendida y se hubiera ahorrado los miedos y las culpas
de toda una vida.
Hoy pienso en todas las niñas del mundo: en
mis alumnas que miraban ayer con orgullo; pero también en las que no pueden ir
a la escuela, en las niñas mineras del Potosí, las que acarrean agua desde los
pozos, las que cuidan de sus hermanos y hermanas, las que sufren matrimonios
concertados, las que son sometidas a la ablación, las que son agredidas
sexualmente y violadas.
Tal vez hoy les lleguen nuestras
voces, nuestros gritos, el eco de nuestras canciones y el sonido de nuestros
pies ocupando las calles. Para ellas, sin duda, las mujeres construimos este
ocho de marzo un futuro donde nacer mujer no suponga una desventaja.
Comentarios
Ayer me sentí fuerte junto a las mías, tres generaciones de mujeres feministas y reivindicativas, luchando por un mundo mejor, ocupando las calles y diciendo gritando que no estamos solas.
Tenemos que seguir.
Un abrazo