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Mostrando entradas de diciembre, 2009

SABER PERDER, de David Trueba

Una ciudad como Madrid está poblada por personajes pequeños y anónimos, perdedores que intentan sobrevivir y ahuyentar la soledad. También hay otros que pueden parecernos lo contrario, como Ariel, que aterriza en un equipo de la capital como prometedora figura del fútbol. Sin embargo, no es más que un muchacho que gana demasiado dinero, se muere de añoranza de Buenos Aires y de miedo al fracaso. Junto a él una adolescente con baja autoestima, un cuarentón parado abandonado por su mujer, un anciano que comete una última locura. Sus historias corren paralelas y se enlazan en una ciudad donde la inmigración forma parte de la vida cotidiana, donde el castellano pierde su acento y toma voces argentinas y ecuatorianas. El mundo del fútbol de élite se nos muestra con todas sus miserias. Incluso el papel de la prensa deportiva resulta bastante sospechoso en el negocio del balón. Sus protagonistas son perfectamente reconocibles, sus vivencias tan verosímiles que parecen

NOVECIENTAS CINCUENTA Y OCHO PÁGINAS

Las causas que determinan que una lectora, en este caso yo misma, sienta pasión por una obra literaria, está motivado por distintos factores, la mayor parte de los cuales son subjetivos. Algunos de estos factores tienen que ver con el estilo, pero no son los únicos, pues es posible que disfrutes con obras escritas en estilos completamente opuestos. La relación que mantengo con la literatura de Antonio Muñoz Molina ha perdurado durante los últimos veinte años, como una pareja que ha evolucionado independientemente al mismo tiempo que ha afianzado su unión. No puedo decir lo mismo de otros autores que después del tercer o cuarto libro llegaron a producir un grado de hastío cercano al aborrecimiento. No daré nombres. Por suerte en mi casa no hay chimenea a la que arrojar los volúmenes odiados como hacía Carvalho, pues en más de una ocasión he estado tentada de hacerlo. La historia con Antonio (así lo llamaré en adelante) comenzó por azares del destino, como muchos relatos de amor, fruto d