"Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay." (José Saramago)
Llevo todo el verano con esta entrada en la cabeza. La pensaba mientras paseaba en la playa o tomando el sol en la piscina. Buscaba mis argumentaciones cuando caminaba de noche pero al llegar a casa me convencía a mí misma de que no debía escribirla, que tenía que desconectar y descansar. Y eso he hecho: me encuentro tan relajada que estoy dispuesta a continuar con la vida contemplativa. Desconectar es más difícil. Quien conozca a los docentes sabe que donde haya dos maestras, el tema de conversación va a ser monopolizado o terminarán en una esquina intercambiando experiencias.
Este verano ha sido especialmente complicado.
Antes de las vacaciones nos recortaron el sueldo. Por más que me guste mi trabajo no olvido que vengo al colegio porque me pagan un salario. No sólo me dolió al bolsillo sino que me pareció un ataque a la dignidad de los profesionales que se vieron afectados. No se puede reclamar la valoración del profesorado ni pretender que se le considere autoridad si al mismo tiempo se les reduce el sueldo.
Nada más comenzar las vacaciones se suprimieron y/o rebajaron la reducción lectiva de la coordinación TIC y bilingüe. Aunque no me afectara directamente leí todo cuanto apareció por la pantalla de mi ordenador. Comparto el enfado generalizado que se produjo y me alegro de la rectificación de la Consejería. Sin embargo quedé muy sorprendida por la desolación de quienes se sintieron "traicionados" por la Administración. No pude compartir tal desolación porque nunca me he sentido arropada por la Administración. Aunque estoy segura de que en la Torre hay personas valiosas, como leí en el blog Y con el mazo dando. Mi experiencia a pie de aula me ha demostrado que cualquier innovación, cualquier proyecto en el que me haya querido embarcar ha sido a costa de mi tiempo libre y sólo ha repercutido en mi propia formación y en mi alumnado. Por ejemplo, el Plan de Igualdad, que se lanzó a bombo y platillo, sólo ha tenido repercusión en los centros donde las coordinadoras de coeducación se han dejado la piel a cambio de no vigilar el recreo.
A continuación apareció el ROC que nos estábamos temiendo. Me enviaron el enlace a primeros de julio y he tenido el correo sin abrir, castigado, hasta el 31 de agosto. Esto sí que me produce tristeza. Se trata de un mazazo a la democracia en la escuela, a la participación. ¿Para qué queremos una educación para la ciudadanía si nos anulan como profesionales? ¿Cómo vamos a educar en valores si nuestros centros se rigen por una estructura jerarquizada carente de diálogo?
Estos temas se unían a algunas de las cuestiones que me preocupan desde hace más de veinte años:
-¿ Nunca vamos a disfrutar una escuela laica ?
-¿Vamos a financiar eternamente a la escuela concertada?
-La escuela pública no ayuda a compensar desigualdades. Aunque ésta es una cuestión que constatamos cada día en las aulas, la publicación en El País del reportaje titulado "El ascensor social: fuera de servicio" me hizo recordar el dibujo de Tonucci "La máquina de la escuela". ¿Nunca van a crecer brotes verdes en nuestros pupitres? Si yo fuera ministra de Educación no dormiría por las noches pensando en ese 30% que abandona sin acabar la secundaria.
-El calendario escolar es un desastre. Por más que disfrute de los dos meses de vacaciones no dejo de pensar que es una barbaridad, aunque en Andalucía sería imposible otro planteamiento mientras los centros no estén acondicionados. Además está sometido a las festividades religiosas cuando debería estarlo por razones pedagógicas. No se entiende que tengamos un puente en la Constitución y la Inmaculada dos semanas antes de la Navidad. Si la Semana Santa cae muy tarde, llegamos exhaustos a las vacaciones y el último trimestre se nos va en un suspiro.
-El horario en Primaria cada vez está más "secundarizado". Es imposible atender a la diversidad, a las emociones, con sesiones de 45 minutos.
Siempre he vivido el comienzo de curso con gran ilusión. Para mí el año empieza el uno de septiembre. Me ocurre desde que tenía cuatro años. Mi madre me tuvo que comprar una silla de anea para ir a la escuela unitaria del pueblo. Yo lloraba por ir pero no había sitio para mí.
Andurreando por la red he encontrado que no soy la única en sentir cierto hastío al comienzo de este curso. Me he sentido identificada con Carmen Cañabate .
Por ello he pensado en los rastros que me han dejado en el bosque a lo largo del verano. Al abrir el blog de aula he comprobado que L-1 había escrito otro comentario. Creo que este verano ha hecho más de diez.
I. me envió una invitación de Tuenti en el mes de julio. ¿Sabes que no tienes edad para el Tuenti? le pregunté a modo de respuesta.
H. me escribió a principios de agosto: ¿Qué es un pechá kuchá?
A finales de mes fue F. : Estoy aburrido. ¿Qué me aconsejas que haga?
Les había asegurado que no iba a abrir el correo durante las vacaciones pero al parecer nadie me creyó.
M estaba una noche en el cine de verano. Se acercó a saludarme con una sonrisa generosa.
Me encontré a L-2 en el parque la semana pasada. Corrió hacia mí y me dio dos besos. ¿Cuándo empezamos? me preguntó.
Estoy leyendo sobre Poesía en Primaria porque me gustaría darle forma al proyectito que vengo haciendo desde hace varios cursos. También seguiré buscando información sobre PLE e Inteligencias múltiples ya que tras leer el post de José Luis Castillo me contagié de su entusiasmo. Pensaba hacer un blog de inglés, pero como tal vez tenga que impartir también francés, igual hago un blog anglais-french. ¿Cómo lo llamaré?¿Croissantsetfishandchips?...
No me olvido que el bosque está fatal. Sin embargo, estoy deseando que llegue el día diez y poder rodearme de mis árboles. No pretendo ocultarme, sólo intento mejorar la parte que me corresponde del bosque.
Comentarios
Un abrazo y a dedicarnos a nuestros árboles que es lo único que merece la pena en este bosque.
Montse
Yo no añado nada más :))
Si alguna idea te sirve te paso la entrada:
http://xurl.es/5a2op
Abrazos y ánimo que los robles aguantamos lo que nos echen.