Yo tendría unos siete u ocho años. Supongo que alguien me había hablado de Juan Ramón Jiménez. En casa, en el colegio... No lo recuerdo bien. Solo sé que para mi mente infantil Juan Ramón era un señor que había ganado un premio, es decir, que había recibido un importante galardón por un burro que se llamaba Platero. Por tanto, este señor se dedicaba a la cría de burros y lo hacía muy bien, por cierto, ya que Platero parecía de algodón, “tan blando por fuera”...
No era una idea excesivamente descabellada. En mi pueblo todavía quedaban burros. Incluso recogían la basura con un carro tirado por un mulo.
Evidentemente, nadie me contó que el señor del burro había muerto en el exilio.
A pesar de la confusión inicial, Juan Ramón y yo mantuvimos una buena relación.Quizás una maestra me leyó el famoso texto: “Platero es pequeño, peludo...” Tal vez lo copiamos en el cuaderno de clase e hicimos un dibujo. Me gustó tanto que lo acabé memorizando. Todavía hoy debo tener cuidado de no repetir la estructura de la comparación: “que se diría todo de algodón.”
Años más tarde tuve la suerte de ser alumna de una maestra entusiasta de Freinet y los textos libres. Aún recuerdo una de mis primeras redacciones. En ella describía a una mujer de mi calle, una anciana gitana que vivía sola. Cuando leí en clase el texto, mi maestra me preguntó si yo había leído a Federico García Lorca. Por supuesto, nunca había tenido un libro de Lorca en mis manos. Cuando por fin lo hice comprendí la razón de la pregunta. En aquel texto yo no imité al poeta granadino porque Federico vivía en mi misma calle. Las mujeres de luto que aparecían en su obra era mis vecinas. Mi madre cantaba con el mismo ritmo que sus poemas. Las niñas y los niños jugábamos al corro rimando sus versos.
Durante este curso conmemoramos el 75 aniversario de la muerte de Federico. A veces me cuestiono este tipo de eventos. Conocer a un poeta no significa saber de memoria la fecha de sus nacimiento y repetir como un papagayo sus títulos publicados. Lorca ofrece muchas facetas: poeta, músico, dibujante, dramaturgo. Su vida, su personalidad, sus amistades, el mundo que le rodeó, en suma, constituye uno de los momentos más interesantes de nuestra historia contemporánea. Su asesinato y las incógnitas en torno a su tumba deberían ser tratados al menos en Secundario y tercer ciclo de primaria. Pero lo fundamental sería que se acercasen a su obra de una forma grata, aunque solo fuera un poema. Si al menos recitasen “El lagarto está llorando”... Aunque es posible que terminen pensando que Federico se dedicaba a la cría de lagartos.
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