He de reconocer que soy una lectora sin brújula. Escojo mis lecturas sin un plan determinado y me dejo influir por distintos factores. La elección tiene relación con mi estado de ánimo, con una crítica elogiosa o la recomendación de una amiga. En muchas ocasiones me presento en mi librería habitual (cuña publicitaria: librería Prisma de Tomares) y me planto delante del mostrador admitiendo mi desolación:
-¡No tengo nada para leer!
Entonces, la librera-amiga, que entiende de literatura y conoce sobradamente mis preferencias, me recomienda un par de novelas.
Hace varios años que redacto un diario de lecturas. No responde a ningún afán de erudición. Solo mi mala cabeza es la razón de semejante tarea. Una vez comencé un libro y cuando llevaba unas cincuenta páginas recordé que ya lo había leído. Se trataba de “Adiós a las armas” de Hemingway. Admiro la maestría de Don Ernest pero acompañar al protagonista bebiendo grappa por todo el norte de Italia solo se puede hacer una vez en la vida. Al menos en la mía.
Tampoco soy muy purista y no le hago ascos a un buen best seller, especialmente bajo una sombrilla playera.
Al anotar el último título del año (Diez mujeres de Marcela Serrano) hice un repaso de la lista del 2011. Casualmente, había comenzado el mes de enero con otra autora sudamericana. Gioconda Belli me ayudó a iniciar el año con ilusión en El país de las mujeres.
En febrero me fui a Nueva York (literariamente hablando) a acompañar a las amigas de El club de los viernes de K. Jacobs y hacer un jersey con agujas de punto.
En marzo salió a la venta el último tocho de la saga de Los hijos de la Tierra de J. Auel. No se lo recomiendo a nadie, es un auténtico ladrillo, aunque no pude resistir la tentación de seguir los pasos de Ayla, el personaje que me encandiló en El clan del oso cavernario.
Una buena amiga me recomendó La segunda esposa, de Luisa Castro, que me sorprendió gratamente. Una novela corta en la que recorremos las vicisitudes de una joven escritora que se enamora de un reputado intelectual, por el cual pasó del sueño de Cenicienta a la terrible pesadilla del maltrato psicológico.
De ahí me trasladé a la Inglaterra del primer tercio del S. XX, con la fina ironía de Stella Gibbons y La hija de Robert Poste.
Entonces llegó el verano y me acomodé bajo la sombrilla con los best sellers playeros de Kate Murton: El jardín olvidado y la casa Riverton. Lectura entretenida y ligera para sobrellevar el calor estival.
A finales de agosto, accedí a otro gran descubrimiento, Belén Gopegui con su novela Acceso no autorizado. Se trata una crónica política tan creíble que podías poner un nombre real a cada personaje. Al mismo tiempo es una novela repleta de intriga, con el mundo de los hackers de fondo.
Septiembre me trajo Lo que esconde tu nombre de Clara Sánchez, sugerida después de preguntar en Twitter. Al principio la historia te engancha, pero el final pierde fuelle y acaba un tanto deshilachada.
El premio Nadal de 2011 recayó en Alicia Giménez Barlett y su Donde nadie te encuentre: un personaje muy potente, una historia real que me hizo regresar, una vez más a la guerra civil y la difícil posguerra.
Nativel Preciados publicó en noviembre No pudieron con ellos. Mereció la pena abandonar la ficción para recordar que hay personas que son un ejemplo ético, capaces de resistir en las peores circunstancias, que no se dejan seducir por falsos oropeles.
Después me tragué el fiasco de Lucía Etxebarría y su novela El contenido del silencio. ¡Qué lástima no tener chimenea como Pepe Carvlho!.
Cerrando el círculo apareció la última novela de Marcela Serrano, a la que había empezado a leer en los años noventa y no había vuelto a publicar desde entonces. Las historias de las mujeres que aparecen en la obra muestran un gran conocimiento del género femenino. Las novelas de esta autora chilena son, desde mi punto de vista, la mejor lección de feminismo.
Natasha, una de las Diez Mujeres de Marcela Serrano dice:
-”Mi única militancia son las mujeres”
No creo que las mujeres sean mi única militancia pero es posible que hayan ocupado buena parte de mi tiempo de formación y de ocio.
Aunque durante este año también haya intercalado obras de Auster, Marsé, Carver, Kerouac, da la impresión que la literatura escrita por mujeres ha tenido un papel relevante. Es ésta una buena señal, sobre todo si consideramos que el lector no ha de ser necesariamente femenino.
PD: Por supuesto, sobre gustos no hay nada escrito; P
Comentarios
Me lo llevo como un regalo en la noche de Reyes.