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Mostrando entradas de 2010

Nuestra alma inconquistable

El comienzo de un nuevo año suele ser un momento para la ilusión y la esperanza. Con cada uva formulamos un deseo y nos planteamos un buen propósito. Esta vez es diferente. No recuerdo haber asistido a un fin de año tan gris y pesimista: la insostenible tasa de paro, la jubilación a los 67 años, los recortes salariales, la reducción de prestaciones sociales, la pérdida de derechos, la dictadura de los mercados, el aumento del número de mujeres asesinadas por violencia de género. Más que desear un feliz año nuevo, tendríamos que encontrar la fortaleza para resistir, para no ser vencid@s. William Ernest Henley escribió el poema Invictus que se popularizó gracias a la película sobre Mandela y parece que lo hizo pensando en situaciones como las que vivimos. Mis hijas lo han grabado en tres idiomas. La grabación no es muy buena y hay que llegar al final para escucharla en español. Creo que merece la pena. Con este poema, queremos desear que el próximo año no seamos vencid@s, que conservemos

CUENTA CONMIGO

A Lina Gallardo Desde hace unos meses me rondaba un estribillo por la cabeza: “¿A donde se fueron los héroes de mi juventud?” No hacía más que dar vueltas y no recordaba la letra, sólo el estribillo: “¿A donde se fueron los héroes de mi juventud? ¿Dónde estarán? Me he sentado a esperar en la puerta Por verlos pasar y volverte a soñar” Venía a mí la imagen de Rosa León y su voz inconfundible aunque no recordaba el título de la canción. De un tiempo a esta parte no me gusta lo que veo, no me gusta lo que oigo y no me gustan muchas cosas que leo. Y mi mente, que a veces practica el libre albedrío, se puso a tararear el estribillo. Ayer estuve de interventora en una mesa de las elecciones sindicales. No es que yo sea especialmente sindicalista, siempre ando muy liada con el trabajo y las niñas para bajar a Sevilla a las asambleas. Pero mi amiga Lina tiene la habilidad de enredarme: ir de bulto en las listas de las elecciones municipales, acompañarla de apoderada, recorrer las manifestacion

MIGUEL HERNÁNDEZ Y MARIBEL

A Maribel La maestra llegó a clase preocupada. Corría el año 1978 y ella impartía clases en una escuela pequeña de un pueblo jornalero de la campiña sevillana. Natural de Valencia (Ché la llamaban los íntimos), se enamoró de un cordobés y terminó viviendo en Sevilla. Después de acabar sus estudios de Asistenta Social decidió ser maestra porque era lo único que se podía estudiar en Córdoba. Aquella mañana llegó la maestra un poco triste a la clase de octavo de EGB donde sólo había 17 niños y niñas. Había recibido una visita de inspección y la inspectora le había dicho muy seria: -¡Mucho Miguel Hernández! ¡Mucho Miguel Hernández! Pero...¿Y Garcilaso? Entonces se fue a la pizarra y escribió: Sonreír con la alegre tristeza del olivo. Esperar. No cansarse de esperar la alegría. Sonriamos. Doremos la luz de cada día en esta alegre y triste vanidad del ser vivo. Me siento cada día más libre y más cautivo en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría. Cruzan las tempestades sobre tu boca fría

La maestra analógica y el alumnado digital

La tutora de este grupo de sexto es una maestra analógica que a punto estuvo de caer en el precipicio de la brecha digital de género. Tuvo la suerte de toparse como compañera a Lola y desde entonces está montada en este carro de las TIC, aunque a veces se asombra de su arrojo al emprender aventuras de las que no sabe si saldrá indemne. Desde el curso pasado, la clase tiene un blog de aula pero como la temeridad de la maestra no conoce límites, este año también cuentan con un blog para inglés y francés . Por si fuera poco se han propuesto que cada niño y cada niña tenga su blog personal. Todo habría ido sobre ruedas si los demonios de las TIC ( que haberlos haylos, como las meigas) no se hubieran aliado contra la maestra. Una mañana, se plantó ella tan ufana con su fantástica pizarra digital a explicar cómo se hacía un blog en blogger y he aquí que le piden verificar la identidad y un número de teléfono móvil. -Ni pensarlo, dijo a su alumnado. No vayáis a dar ningún teléfono. Lo intent

Inés y la alegría

Igual que preferimos recordar los buenos momentos y tendemos a olvidar los malos, tengo la costumbre de escribir sobre los libros que me gustan, nunca de los que debería haber quemado antes de perder el tiempo leyéndolos. He disfrutado mucho con la novela de Almudena Grandes que Tusquets tuvo a bien publicar el pasado día tres de septiembre para hacerme más llevadero el regreso de las vacaciones. Pero antes de recomendarla, quisiera realizar una serie de advertencias: -No es una obra apta para quienes prefieran los relatos breves, las novelas cortas, la oración simple, la adjetivación austera. -No gustará a quien huye de las novelas plagadas de sentimientos, pasiones y emociones. -Absténgase, especialmente, quien piensa que la Guerra Civil es un tema trillado o sostiene que ambos bandos tuvieron la misma responsabilidad en el inicio de la contienda. -Tampoco deben acercarse quienes tengan especial inquina contra su autora y la consideren una maniqueísta o una progre trasnochada. Inés y

SOBRE BOSQUES Y ÁRBOLES

" Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay." (José Saramago) Llevo todo el verano con esta entrada en la cabeza. La pensaba mientras paseaba en la playa o tomando el sol en la piscina. Buscaba mis argumentaciones cuando caminaba de noche pero al llegar a casa me convencía a mí misma de que no debía escribirla, que tenía que desconectar y descansar. Y eso he hecho: me encuentro tan relajada que estoy dispuesta a continuar con la vida contemplativa. Desconectar es más difícil. Quien conozca a los docentes sabe que donde haya dos maestras, el tema de conversación va a ser monopolizado o terminarán en una esquina intercambiando experiencias. Este verano ha sido especialmente complicado. Antes de las vacaciones nos recortaron el sueldo. Por más que me guste mi trabajo no olvido que vengo al colegio porque me pagan un salario. No sólo me dolió al bolsillo sino que me pareció un ataqu

LA PALABRA MÁS HERMOSA, de M. Mazzantini.

Una de las ventajas que tiene el verano es que puedes leer hasta la saciedad, sin horas, sin límites. Lees en el sofá bajo el aire acondicionado, en la cama por la noche, en la piscina, en la playa sentada en la hamaca, en un banco del parque. Si además te vas quince días a la playa y tu ocupación más trascendente es admirar la puesta de sol, te transformas en una devoradora de libros. Cada verano, cuando preparo la maleta siempre me quedo corta de libros ( y larga de ropa) y tengo que acudir al mercadillo playero a completar mis lecturas. Ningún año escarmiento y esta vez ha tenido la culpa el libro La palabra más hermosa , cuya autora es la italiana Margaret Mazzantini. Pensé que un libro de más de quinientas páginas ocuparía buena parte de mis vacaciones pero en cuatro días ya lo había acabado porque no podía parar de leer. Ya sé que no es muy apropiado llorar a moco tendido debajo de una sombrilla, con las gafas de la presbicia puestas y un libro muy grueso sobre las rodillas. Pued

ANDANDO POR CENTROEUROPA

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”( Cervantes) A las cuatro de la tarde los pasajeros dormitaban en el avión de Iberia. En Sevilla, como es habitual en esta época del año, nos esperaban más de 40ºC a la sombra. Yo había terminado de leer la segunda novela en edición de bolsillo que había comprado para el viaje y pensaba en la casa que me esperaba, en las maletas repletas de ropa sucia, en la limpieza general que no había hecho. Quedaba todo el verano por delante y me abrumaba pensar en la rutina estival. Me detuve a meditar sobre las razones que me impulsan a pasarme la vida planeando viajes. Viajar es cansado. Te levantas a horas intempestivas para coger aviones y el tiempo se detiene en los aeropuertos viendo a la gente arrastrar maletas. Haces colas frente a museos cuyos cuadros puedes ver por internet. Caminas hasta la extenuación expuesta a las inclemencias meteorológicas. Consumes productos típicos sin conocer sus ingr

EL BLOG DEL VERANO

L. tiene 10 años, es pequeña y silenciosa y me mandó un correo electrónico hace unos días: -“He escrito varios comentarios en el blog . No sé qué me pasa al principio de las vacaciones, no me acostumbro y echo de menos el colegio”. -“A mí me pasa lo mismo”, le respondí. Cuando comienzan las vacaciones, me pasa como a L. Experimento una especie de vértigo que me impulsa a llenar el día con infinidad de actividades, planificar el tiempo que se me antoja vacío. Así me sentía hace dos años cuando escribí un texto titulado “Odio el verano” que envié a mis compañeros y compañeras del colegio. Hubo quién me contestó, entre divertido y asombrado por mi espontáneo estallido literario. Hasta entonces, yo sólo había escrito para mí misma, sin concederme la tentación de buscar lectores/as. Hace dos años, en esa hiperactividad que me ataca la primera semana de julio, decidí poner en práctica mis recién adquiridos conocimientos tecnológicos y hacer ¡YO SOLA! un blog. La tecnología y yo nunca nos hab

EL BASTÓN DE "UMÁ" CARMEN

La calle de mi infancia no tenía aceras. Tampoco estaba asfaltada. En invierno, los niños y las niñas, se bañaban desnudos en los charcos. Las casas habían sido chozos hasta el año 63 pero aquello ya se había acabado y todo el vecindario podía disfrutar de techos de uralita. No había cuartos de baño, sólo pozos ciegos en los corrales. Aunque había gente que no se adaptaba al retrete y prefería aliviarse detrás de las tapias del cementerio. En verano se sacaban los colchones a la calle o a los patios y dormíamos custodiados por las estrellas. En invierno las mujeres despiojaban a los niños al sol de la tarde. Las mujeres de mi calle hacían corrillos en mitad de la mañana. Los niños y niñas nos metíamos entre sus faldas para oír el latido del barrio. La mayoría de las veces se organizaban para sacar a otra mujer de un aprieto. Fulana no tiene dinero para poner hoy la olla. Yo pongo los garbanzos. Y yo el tocino. Mengana está en el hospital. Yo daré de comer a los niños. A Zutana le pegó

FRESAS, NARANJAS Y ROTLLETS EN GUADIX

Llegamos a Guadix sin parar a tomar ni un café enzarzados/as en las discusión que traíamos los ocupantes dcl coche de Lola: Antonio Ramón, Rafael y yo. Cuando bajamos del coche nos quedamos aterid@s de frío. Nadie podía imaginar que las temperaturas fueran tan bajas en el mes de mayo y tuvimos que colocarnos varias capas de ropa. En el CEP de Guadix, a la cinco en punto (hora muy taurina), comenzamos con una desconferencia presentada por Gregorio Toribio, muy conocido maestro de Abrucena, que nos invita a potachovrizarnos con unas preciosas gafas adquiridas para este evento. Aquí empieza la ronda de fotos que nos acompañará durante todo el EABE y hará que algunas echemos de menos aquellas cámaras con carrete que nos sujetaban el dedito en el botoncito. A continuación José Luis Castillo toma la palabra para instarnos a elegir entre ojo o culo. Ante el desconcierto generalizado aclara que la organización escolar nos resulta incómoda por lo que debemos apostar p

UNA NIÑA

Durante las últimas semanas he seguido con asombro las noticias, reportajes, tertulias, artículos de opinión, entradas en blogs, comentarios en facebook y un largo etcétera, sobre la niña expulsada de un instituto madrileño por llevar velo. Como no tenía una opinión formada al respecto, he escuchado cualquier debate medianamente serio y he leído todo lo que ha caído en mis manos o en la pantalla de mi ordenador. Por supuesto, yo partía de mis ideas previas. Una de ellas es la repulsa hacia todo lo que implique que la mujer cubra su rostro. Desde muy joven he abominado de esa costumbre tan española por la cual la mujer se casa con la cara oculta por un velo de tul, del brazo de su padre que la entrega a su futuro esposo y amo. Partiendo de estos principios y como ciudadana que aspira a una educación laica he atendido a los argumentos en este sentido, es decir, los que defendían que en una escuela laica no tiene cabida un velo, que es un símbolo religioso. He mirado por todas partes y no

El tiempo de los maduros, de Mario Andrade

(Un regalo para mi hermano por su 50 cumpleaños) Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora. Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con avidez, pero cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente. Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada. Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido. Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades. No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados. No tolero a maniobreros y ventajeros. Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros. Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo. Quiero la esencia, mi alma tiene prisa. Quie

Tres días en la Mancha

En Calzada de Calatrava, el pueblo de Almodóvar, un señor con acento ecuatoriano nos indicó el camino hasta el castillo de Salvatierra. Las niñas se pasaron el viaje entonando "Volver" como si se fueran a encontrar a Penélope Cruz por el camino. Las mujeres que se asoman a las puertas de los pueblos que cruzamos son más auténticas y entrañables, más parecidas a Chus Lampreave que a la bella diva de nuestro cine. Después de atravesar su pueblo camino de un gigantesco castillo de la orden de Calatrava, la genialidad del director de cine me pareció aún más meritoria. Hoy siento más respeto por Pedro. Los castillos siempre gustan a las niñas. Despiertan su imaginación. Son una lección práctica de historia. Este castillo, el de Salvatierra, está tan alto, que no dejo de pensar en los penosos trabajos sufridos para construirlo. Desde arriba se divisa un extenso paisaje mientras yo veo al pobre campesino subir la montaña con el diezmo a cuestas. Almagro es una ciudad cuidada

MONUMENTO AL MAESTRO-MAESTRAS DE MONUMENTO

En una plaza de Conil de la Frontera han erigido un monumento al maestro. Se trata de un grupo escultórico formado por dos estatuas oscuras y macizas, situadas en una plaza blanca de un pueblo del sur. La más grande representa a un hombre mayor sentado en una silla. Es casi un anciano y sostiene en sus manos un libro abierto. Sobrecogen las bolsas de sus ojos, la mirada triste, el gesto adusto, las manos huesudas,... Frente a él, lo suficientemente lejos como para transmitir la ausencia de cercanía, la carencia de afecto, un niño muy serio encorva la espalda en un gesto que desprende más temor que respeto. Me duele este pobre maestro. Me duele este niño con miedo. Son la imagen de una escuela de posguerra, de cuando la letra entraba con sangre y el castigo corporal se imponía como principio metodológico. Nada tiene que ver con la educación que recibí, heredera de la Escuela Nueva de Freinet, impulsada por maestros y maestras que pensaban que el suyo no era un trabajo cualquiera. Tuve l

ENUMERACIÓN

En esta tarde soleada de marzo, con las facultades alteradas y el pulso desconsolado, me atrevo a declarar que me gustan las metáforas imposibles, los primos lejanos, las sirenas varadas, las enfermedades del alma, el pretérito imperfecto, el futuro inesperado, los versos ligeros, los paseos largos, los sauces llorones, las esquinas rotas, los cucuruchos de helado, las palabras claras, los harapos sucios, los jazmines cerrados, las pasiones volcánicas, los olivos plateados, las utopías por alcanzar, el mar en primavera, los sudokus en blanco, los errores propios, la rebeldía irremediable, las chanclas de goma, los ríos subterráneos, las manos de mis hijas y los ojos de Carlos. Que no me gustan los tacones de aguja, las uñas esculpidas, el olor a tabaco, las miradas hipócritas, los falsos halagos, los defensores a ultranza, la playa en verano, la pertinaz coherencia, el pensamiento escaso, la verdad objetiva, la tradición milenaria, los jefes autoritarios, el olor

DESVELADA (Primer premio del III Certamen de Creación literaria sobre mujeres de Tomares)

Cada noche me enfrento a la misma rutina. Intento dormir pero mi cuerpo no se adapta a la cama. El colchón es viejo e incómodo. Mi cabeza no encuentra la postura correcta. La almohada es estrecha y dura como una piedra. A mi lado, Juan resopla entre sueños porque, según él, no ronca. Sólo respira muy hondo cuando está acatarrado. Sus no-ronquidos me ponen nerviosa. Penetran en mi cerebro y golpean mis sienes. Procuro relajarme y eludir el rítmico sonido que comparte mi lecho. Respiro lentamente, como me enseñaron en el curso de yoga. Tomo el aire por la nariz y lo expulso por la boca lentamente. Otra vez. Tomo aire y lo expulso lentamente. Dejo la mente en blanco y espero que fluyan mis pensamientos, que traspasen mi cuerpo y no me hagan daño. Las imágenes se amontonan en mi frente, aunque intente apartarlas. Oigo el tic tac del despertador. No quiero mirarlo. Tic. No quiero saber la hora. Tac. No quiero pensar en esta vigilia involuntaria. Tic-Tac. Al fin, Jua

"PRECIOUS" O EL VALOR DE LA EDUCACIÓN.

Yo no había ido al cine a ver esta película pero era la única opción si descartaba películas para adolescentes, infantiles o de terror. Me había armado de valor para ver Celda 211 pero no fue posible. Así que entré en la sala 9 del Metromar. Sólo había una pareja en aquella sala pequeña y me senté con mis palomitas y mi botellita de agua. Ante mí apareció una historia contada en tonos oscuros, los de la piel de la protagonista y la oscuridad de las paredes empapeladas de la casa que comparte con su madre. Aquella historia era tan real que se podía extraer de una noticia del periódico o tener nombre y rostro de niñas y muchachas conocidas. Da igual que se trate de Harlem o del Sur de España. El relato de los abusos a los que vive sometida es, por desgracia, un clásico universal. Ayer mismo traía el periódico la noticia de la detención en Sevilla de dos hombres acusados de intercambiarse a sus hijas menores para someterlas a abusos sexuales ante la pasividad de las madres de las niñ

DOLORES

La mujer que baja del autobús se llamaba Dolores. Le cuesta descender la escalerilla de altos peldaños porque las caderas anchas y las piernas gruesas entorpecen sus movimientos. La mujer antes llamada Dolores ya no es joven, ni siquiera es de mediana edad. Ronda los sesenta años y su pelo ya no es completamente negro, vetas blancas se distribuyen por su cabeza. Pero aún conserva la tez morena, los ojos vivaces y la sonrisa confiada. Cualquiera que la conociera antes de llamarse Dolores la identificaría fácilmente por estos rasgos. Por eso, cuando baja del autobús, se va parando con gente que la reconoce y la saluda. Ella habla, besa, abraza, ríe. Sólo le falta bailar para ser totalmente feliz. Es la primera vez que viaja sola pero no ha tenido miedo. Su hija menor le envió un horario de autobuses por correo electrónico que ella imprimió en el ordenador del centro cívico del barrio. Allí acude cada día desde que vive sola y está haciendo sus primeros pinitos en informática. Sus hijas,

POR AMOR AL ARTE

A estudia ESO y se ha pasado buena parte de sus vacaciones haciendo un trabajo de Ciencias Sociales. Tenía que escribir sobre el Barroco y analizar alrededor de veinte obras de arte pertenecientes a dicho estilo artístico. Cuando no encontraba respuesta en su libro de texto buscaba información en la Wikipedia o consultaba a su madre o su padre. -Recuérdame que nunca estudie Historia del Arte, comentó a su madre. Esto es un auténtico rollo. -¿Por qué?, preguntó su madre asombrada. Pero si el arte es algo maravilloso… Hasta no hace mucho A pretendía ser arqueóloga y recorría los museos contemplando los cuadros pausadamente. Durante un viaje a Florencia quedó impactada al ver el David de Miguel Ángel. La madre de A recuerda que Guadalupe, una antigua maestra y directora, le dijo que era mejor un problema de matemáticas bien entendido que veinte sin comprender, que no había cosa más inútil que el hacer por hacer. También viene a su memoria Elena Barroso, cuyas clases de Crítica Literaria c