Yo tendría unos siete u ocho años. Supongo que alguien me había hablado de Juan Ramón Jiménez. En casa, en el colegio... No lo recuerdo bien. Solo sé que para mi mente infantil Juan Ramón era un señor que había ganado un premio, es decir, que había recibido un importante galardón por un burro que se llamaba Platero. Por tanto, este señor se dedicaba a la cría de burros y lo hacía muy bien, por cierto, ya que Platero parecía de algodón, “tan blando por fuera”... No era una idea excesivamente descabellada. En mi pueblo todavía quedaban burros. Incluso recogían la basura con un carro tirado por un mulo. Evidentemente, nadie me contó que el señor del burro había muerto en el exilio. A pesar de la confusión inicial, Juan Ramón y yo mantuvimos una buena relación. Quizás una maestra me leyó el famoso texto: “Platero es pequeño, peludo...” Tal vez lo copiamos en el cuaderno de clase e hicimos un dibujo. Me gustó tanto que lo acabé memorizando. Todavía hoy debo tener cuidado de no repetir...