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Las últimas brevas

 Recorro las fruterías del mes de junio, en culinaria peregrinación en pos de las mejores brevas. Pregunto a Jorge, mi frutero habitual, por whatsapp y me asomo al mostrador de Encarni, que asegura que este año ha habido pocas y no muy buenas y me anima a esperar a los higos. Solo Carlos encuentra en el barrio de la Macarena las brevas más dulces de la temporada. 

De brevas a higos transcurre el estío, sin olvidar a los higos chumbos, desaparecidos por una plaga maligna los últimos años. Con los higos chumbos, aparece la imagen de Manolillo el “Añedío” y su carretilla, el único al que mi madre compraba, porque se esmeraba limpiando los higos chumbos y pelaba con precisión matemática los espinosos frutos antes de depositarlos en el plato. Y aparece el abuelo, bajo la parra, machacando los ingredientes de un gazpacho que solo él y mi hermano podrán tomar, aderezado en exceso de sal y vinagre. El viejo jornalero, con la piel curtida por el viento y el sol, repitiendo la tarea que había realizado en cientos de jornadas de siega.

En este verano cuasi post-pandémico que vislumbramos, la búsqueda de brevas se me presenta como el primer síntoma del regreso a la vida tal como era, el esperado final del túnel, a no ser que un brote de adolescentes en viaje fin de curso lo malogre.

El segundo indicio de normalidad es la urgencia por redactar la lista de libros que acompañarán los viajes prometidos. Guardo a buen recaudo alguna recomendación publicada en prensa, ojeo las publicaciones en Instagram y vigilo a Alejandro Luque, mi crítico de cabecera, a la espera de sus consejos literarios.

Mientras, Lina me pregunta por Hamnet, de Maggie O’Farrell, la fruta más dulce del cesto, la obra más bella leída en los últimos tiempos, y le prometo, porque así me lo ha pedido, mi propia lista de recomendaciones.


Para ello, he de recurrir a mi diario de lectura, una rutina necesaria por la mala memoria que va gestando el paso de los años. Compruebo que, durante este tiempo de pandemia, he leído a muchas escritoras, sin haberlo planeado. Me atrevo a recomendar algunas lecturas, además de la ya nombrada Hamnet, por su caracter amable y su capacidad de reconciliarnos con el ser humano: “El mapa de los afectos” de Ana



Merino; “Los platos más picantes de la cocina tártara” de Alina Bronsky; “La trenza” de Laetitia Colombani; “Rewind” de Juan Tallón o “Llévame a casa” de Jesús Carrasco.

Si nos encontramos con fuerza, podemos adentrarnos en profundidades y degustar el último plato de Najat el Hachimi, “El lunes nos querrán”, “Las maravillas” de Elena Medel, “Un amor” de Sara Mesa, “pequeñas mujeres rojas” de Marta Sanz o “Panza de burro” de Andrea Abreu.

De postre, sugiero deleitarse con cada una de las palabras de Marcelo Fois en “Decirse adiós”, como si fuera la última breva o el último higo del verano, sentarse a la sombra de un árbol, en una tumbona frente al mar y leer como si hubiéramos sufrido una pandemia y los libros fueran nuestro bálsamo.

 

 

Comentarios

Amelia ha dicho que…
¡¡¡Gracias!!!
Virginia ha dicho que…
Gracias, Pepa. Seguiré tus recomendaciones. Feliz verano.
Unknown ha dicho que…
Muchas gracias, que lindo final!
eva fernandez ha dicho que…
Gracias Pepa! Ya estoy acabando uno, y no me apetecía leer nada de lo que tengo guardado. Tus recomendados siempre triunfan entre mis gustos; no se si será por los higos o las brevas, o tal vez, porque mi abuelo majaba el gazpacho en un lebrillo, y me encantaba tomarlo con él.
¡Gracias!
primariainfantaleonor ha dicho que…
Muchas gracias Pepa por tus recomendaciones. Siempre me resultan muy útiles. Feliz verano
CASTILBLANCO DE LOS ARROYOS ha dicho que…
Gracias Pepa.Fruta fresca y sabrosa, también, tu escrito.

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