A Maribel La maestra llegó a clase preocupada. Corría el año 1978 y ella impartía clases en una escuela pequeña de un pueblo jornalero de la campiña sevillana. Natural de Valencia (Ché la llamaban los íntimos), se enamoró de un cordobés y terminó viviendo en Sevilla. Después de acabar sus estudios de Asistenta Social decidió ser maestra porque era lo único que se podía estudiar en Córdoba. Aquella mañana llegó la maestra un poco triste a la clase de octavo de EGB donde sólo había 17 niños y niñas. Había recibido una visita de inspección y la inspectora le había dicho muy seria: -¡Mucho Miguel Hernández! ¡Mucho Miguel Hernández! Pero...¿Y Garcilaso? Entonces se fue a la pizarra y escribió: Sonreír con la alegre tristeza del olivo. Esperar. No cansarse de esperar la alegría. Sonriamos. Doremos la luz de cada día en esta alegre y triste vanidad del ser vivo. Me siento cada día más libre y más cautivo en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría. Cruzan las tempestades sobre tu boca fría ...