Apenas había leído un par de páginas de la novela de Kirmen Uribe cuando tuve que cerrar el libro. Mi cabeza se había poblado de exabruptos. A punto estuve de tuitear mis pensamientos. Por suerte me contuve. En cambio, imaginé que paseaba por Bilbao y me topaba con el escritor. Lo abrazaba, lo invitaba a una caña y exclamaba emocionada: -"Joder, Kirmen, qué bien escribes". Porque lo primero que te sorprende cuando comienzas la lectura de “Lo que mueve el mundo” es la sencillez, la claridad de la prosa del escritor vasco. Solo los muy grandes son capaces de transmitir emociones sin abusar de los recursos estilísticos y Uribe lo consigue con creces. A medida que avanzas tienes la sensación de tirar de un hilo que se inicia con el exilio de la pequeña Karmentxu desde Bilbao hasta Gante para huir de la guerra, nos lleva hasta el poeta Robert Mussche que la acogió, su hija Carmen, su amigo Herman, el amor y el compromiso. El hilo narrativo acaba donde empieza, en el mism