Hace unos días, tras leer el artículo de Santos Guerra titulado La historia del colibrí , descubrí que me sentía como el colibrí de la narración, empeñada en apagar el incendio del bosque con las gotas de agua que puede transportar en su piquito. Deseo escribir un post para defender la Escuela Pública y mi cabeza se llena de imágenes tan personales y emotivas que me impiden ser objetiva. Aún no he cumplido cinco años y lloro todos los días por ir al colegio. En el pueblo solo hay una escuela unitaria, la Escuela Parroquial, con aulas segregadas para niños y niñas. Son los años sesenta, el país vive en una dictadura y la educación no es ni obligatoria ni gratuita. Como aún soy pequeña no hay pupitre para mí y mi madre me compra una sillita de anea para sentarme en clase. Estudio 2º de Primaria en la Escuela del Cuartel, unas habitaciones habilitadas como aulas encima del cuartel de la Guardia Civil. Hacemos el recreo en un pequeño patio empedrado en el que reina un árbol de h