La mente me llevó lejos de las imágenes que aparecían en la pantalla. Mis neuronas perdieron el control. Me acordé de “El viejo que leía novelas de amor” sin que existiera ninguna relación. Las marismas no tienen nada en común con la jungla. Sevilla no se sitúa en el ecuador. Los personajes se paseaban por una feria mientras mi cabeza viajaba a Macondo y observaba los rostros sorprendidos de sus habitantes el día que descubrieron el hielo. Tuve que hacer un esfuerzo para regresar a la butaca. Los objetos cotidianos me reconciliaron con un tiempo cercano pero enterrado en el olvido: un cenicero de cristal tallado, el teléfono de la pensión, los azulejos de la cocina, el cuadro con imágenes de cacería, el armario del cuarto de baño,... El pueblo sevillano de la Isla Mínima representa el Macondo andaluz, el territorio fronterizo en el que se puede ver reflejado cualquier pueblo de los años 80. Aún perviven los símbolos de la larga dictadura y sus prohombres mantienen su poder.