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Mostrando las entradas etiquetadas como Andalucía

Madre Patio

Geranios,  malva chinas, claveles, clavellinas.  Jazmines .  Me vuelvo loca tomando fotos y videos.  Paredes blancas, puertas azules, verdes persianas.   Me puede el ansia de retener texturas y colores.  Palmeras, naranjos, limoneros. Quiero captar el rumor húmedo de las fuentes.  No consigo atrapar el aroma de versos que envuelve el aire del patio. La fragancia se escapa por la boca del pozo, se extiende bajo la sombra.  Ella transplanta macetas. Ha cortado un esqueje y lo hunde en el mantillo de otro tiesto: una lata, una botella de plástico,  un cubo viejo que perdió sus asas metálicas.  Reutiliza cada trasto susceptible de ser transformado en maceta. Más adelante,  las pintará de un color marrón surgido de mezclar todos los restos de pintura que aparecen por la casa. Esta mañana,  después de tomar la infusión de menta poleo que le alivia el estómago,  ha salido al patio a recoger jazmines madrugadores que endulzarán el...

Agua que has de beber

En mi pueblo se despiertan estos días con la preocupación del agua, como si la historia se empeñara en  dar tumbos volviendo al mismo punto, trazando el mismo círculo. Parece que este año maldito pretendiese  desbordar el vaso con la última gota de paciencia. Benceno llaman a la última plaga que amenaza a los pueblos de la Campiña y la Sierra Sur, que se desvelan pendientes de los grifos y las cañerías; compran agua embotellada con ansiedad; acarrean garrafas de plástico y bidones y hacen colas junto a un camión cisterna.  Otra vez.  Una vez más. De nuevo. El agua, generadora de vida, se nos negó siempre a estos pueblos de secano. Nos azotaban las sequías cada verano y aguardábamos, como agua de mayo, las horas en las que del grifo manaba el líquido ansiado.  Poseen escasa memoria los pueblos, si no recuerdan que la escasez de agua derramó la sangre y apagó la vida de un hombre en la vecina Carmona, en el no tan lejano año de 1974. Olvidamos que las cisternas de...

Citas para un nuevo año

Desde Orihuela, me envía R una foto. Las puertas de cristal de la antigua lonja, hoy auditorio, se abren con los versos del poeta nacido en esta tierra “Tristes armas si no son las palabras” -Me emociono, le digo.  No solo por los versos, sino porque pensó en mí al leerlos y captó la imagen para esta amiga que lo agradece. Las palabras de Miguel Hernández adquirieron especial protagonismo este año que acaba, en forma de versos, teatro, canciones o caligramas. Satisfecha me sentí tras saldar una parte de la deuda contraída con el poeta de Orihuela. Hubo otros libros, otras historias, otras novelas. Como lectora caótica, no tomo nota ni escribo al margen. A veces, hago una foto de una página que me interesa; subrayo en el libro electrónico; copio en el bloc de notas del móvil; escribo a lápiz o bolígrafo en una libreta que siempre pierdo. Del libro electrónico rescaté: “Esta guerra fue la consecuencia de las reacciones de unos neardentales con capacidades emocional...

Mantra contra Tejerina

Los viernes después del recreo tienen Ciudadanía. -Es la asignatura más interesante del curso, porque aprenderemos a pensar y a convertirnos en buenas personas- advirtió la maestra el primer día de clase.   Educación para la Ciudadanía en quinto de Primaria era uno de los pocos objetos que la Junta de Andalucía se había dignado rescatar de la gran hoguera en la que la LOMCE había quemado la educación pública. -Hoy, en Ciudadanía, trabajaremos nuestra autoestima-explica la maestra. Toda la clase se coloca a la espalda un folio blanco sujeto con celo y escribe las virtudes de los demás. El aula se transforma en un barullo de risas y agrupamientos imposibles. Los rotuladores de colores van construyendo un mundo de palabras: guapo, lista, generosa, amable, el mejor amigo, la mejor compañera, divertida, gracioso, listo, el mejor jugando al "fornite", … A la maestra también le han colocado un papel en la espalda. Los niños y las niñas escriben mientras ella inten...

Andalucía, la que divierte

Este mes de mayo se inauguró sin flores ni cantos a María. Regresaron los jerséis a los armarios, no cantaba la calandra ni respondía el ruiseñor. Una inusitada tormenta se instaló sobre nuestras cabezas. La lluvia caía con fuerza un día tras otro, sin conceder una tregua.  El campo embarrado, los caminos anegados de agua, los embalses a rebosar,… Parecía como si se hubiera volteado la piel de toro y al Sur nos bañara el Cantábrico. El diez de mayo, tras varios días de aguacero, el terreno era un lodazal pero los melocotones de la Vega del Guadalquivir no entendían de tormentas y un jornal de cuarenta euros no merecían desprecio. Pertrechados de impermeables y botas de goma, Marisol y su cuadrilla acudieron al tajo. El cielo no les otorgó ninguna indulgencia y faenaron sin descanso, hundidas en el barro, navegando entre los charcos, anegadas por el diluvio. Cuando regresó al pueblo, con toda seguridad, aún tenía que hacer compras, poner lavadoras, cocinar la cena y prepa...