En mi pueblo se despiertan estos días con la preocupación del agua, como si la historia se empeñara en
dar tumbos volviendo al mismo punto, trazando el mismo círculo. Parece que este año maldito pretendiese
desbordar el vaso con la última gota de paciencia.
Benceno llaman a la última plaga que amenaza a los pueblos de la Campiña y la Sierra Sur, que se desvelan pendientes de los grifos y las cañerías; compran agua embotellada con ansiedad; acarrean garrafas de plástico y bidones y hacen colas junto a un camión cisterna.
Una vez más.
De nuevo.
Poseen escasa memoria los pueblos, si no recuerdan que la escasez de agua derramó la sangre y apagó la vida de un hombre en la vecina Carmona, en el no tan lejano año de 1974.
Olvidamos que las cisternas de los tejados recogían el agua de lluvia y las muchachas se lavaban el cabello con la certeza de que obtendrían la más sedosa de las melenas. Olvidamos los pozos ciegos en el corral; el barreño de zinc en el dormitorio las tardes de domingo y a la madre vertiendo la olla que había calentado en la cocina; las caminatas a la fuente para llenar los cubos, los paseos al lavadero con los barreños de ropa…
Recordemos que el agua es un bien recién conquistado, un derecho incuestionable, un tesoro muy preciado al que defender con la fuerza de los abrazos.
PS: Las fotos pertenecen al grupo de Facebook "La Luisiana en imágenes"
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