Amanece Lisboa con los
cielos deshilachados este sábado de puente constitucional. Anoche, a nuestra llegada, solo pudimos intuir
la sombra de los árboles y la decoración navideña de la Avenida da Liberdade.
Hemos concedido una
segunda oportunidad a la capital de Portugal, después de 27 años
sorprendiéndonos cada vez que alguien alababa los encantos de esta ciudad.
Lisboa, próxima al invierno, tal vez nos haga olvidar la mala impresión que nos
dejó el tórrido verano del 92.
En Portugal, esa vecina
cercana y desconocida, nos asalta el remordimiento por nuestra aportación a la
huella de carbono, mientras Greta Thunberg ha invertido diez horas en tren para
viajar hasta Madrid y asistir a la cumbre del clima.
Por la noche, el gentío
pasea apretado bajo la iluminación navideña de Baixa. Todas las rúas conducen a
la Plaza do Comerço, que se abre a la desembocadura del Tajo. A la orilla, tres
muchachos tocan música reggae. A lo lejos, el puente 25 de abril luce se ha
transformado en una guirnalda de medusas de cristal.
Cuando regresamos al
hotel, después de disfrutar de una copa de vino en la Plaza Figueira, los autos
provocan un gigantesco atasco en la avenida. El público hace colas en los
puestos de comida y bebida del parque Eduardo VII, engalanado con miles de
bombillas.
Muy cerca, quiebra la
burbuja navideña una pintada de las Juventudes del PCP, protestando contra la
precariedad laboral: “Trabajo con derechos”
Una vez en la habitación,
encendemos la televisión y las noticias muestran un debate entre Johnson y
Corbyn. En este mundo global, también deberíamos tener la posibilidad de votar
en las elecciones del Reino Unido o manifestarnos en París contra el recorte de
las pensiones.
Esta tarde perdí la noción
del tiempo y del espacio en una librería de segunda mano del Chiado. Me quedé
atrapada en una caja de postales en blanco y negro. Algunas estaban escritas e
incluso se podía leer el remitente y el destinatario. Al salir, me tentó un
libro en español sobre poetas portugueses.
Camino por Lisboa
capturando versos con la cámara de mi móvil. En el Castillo de San Jorge, Sophia
de Mello loa a esta ciudad abierta al mar:
“Lisboa oscilando como uma
grande barca.
Lisboa cruelmente
construida ao longo da sua propia ausencia”
También la nombra Pessoa,
en unos versos que subrayé en el libro electrónico durante el viaje en avión:
“¡Oh amargura revisitada,
Lisboa de antaño de hoy!
Nada me das, nada me quitas,
Nada eres que yo no
sienta”
Lisboa amanece entre brumas
el domingo de puente constitucional. El puente 25 de abril emerge de la niebla
como un fantasma de acero. Un barco de piedra gris, arrojado por la tormenta, nos parece la Torre
de Belem. Los turistas aguardan pacientes la larga cola mientras la humedad
cala dulcemente los abrigos. Se abren las nubes y el Castelo San Jorge se asoma
desde su colina. El monumento a los Descubridores se abre al Tajo, tan ancho al
final de su vida, que se confunde con el mar.
“Tejo que levas as águas
Correndo de par em par
Lava a cidade de mágoas
Leva as mágoas para o mar…”
Manuel de Fonseca (1972)
Ayer descubrimos el Museu
do Aljube o Museo de la Resistencia. Buscando la Sé, nos topamos con este
edificio que fue prisión de presos políticos. Marga y yo nos hicimos una foto
en una pared de claveles rojos. La subida de las escaleras se me antoja muy liviana
porque te detienes a leer los versos que la decoran:
“Mesmo na noite mais
triste
em tempo de servidäo
há sempre alguém que
resiste
há sempre alguém que diz
näo”
Manuel Alegre (1965)
De regreso al Chiado,
almuerzo en la cafetería A Brasileira con la presencia de la estatua de Pessoa
en la puerta y su ausencia rondando los rincones. El té en la Livreria Bernard,
bajo un mural del poeta, me hace sucumbir a la tentación de comprar el libro de
Poetas de Lisboa y pienso que toda Lisboa es Pessoa.
Me reconcilio con esta ciudad que rinde
pleitesía a sus poetas, que provoca evocaciones con solo pronunciar su nombre.
Solo envidio a los pueblos
capaces de derrocar a los dictadores con canciones y claveles. Y durante días
seguirá sonando en mi cabeza una melodía:
“Grándola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade”
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