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Najat El Hachmi en la frontera

El dieciséis de octubre, en una semana aciaga para Cataluña, Najat El Hachmi visitó Sevilla. La escritora nacida en una aldea de la región de Nador, nacionalizada española, que emigró con su familia a Vic cuando tenía ocho años y cuya primera obra se tituló “Jo també sóc catalana” vino a Sevilla para contarnos cómo “Escribir en la frontera”.
Apenas quince personas la esperaban en la cafetería del centro cultural que el conocido banco catalán posee junto a la Torre Sevilla, popularmente conocida como Torre Pelli. En esta ciudad excesiva, que abarrota centros comerciales y desborda calles y avenidas para contemplar un paso de Semana Santa, solo había quince personas interesadas en Najat El Hachmi.
La autora se sentó en un sillón rojo, vestida de negro, tomó nerviosa un cuaderno rojo y nos contó su razón para escribir. Habló sobre su vida en el mundo rural de la aldea, utilizando un idioma que no tiene escritura, rodeada de mujeres que contaban historias plagadas de seres mágicos.
Nos contó sus vivencias en el barrio de Vic: la escuela donde nunca se sintió diferente; las maravillosas maestras que la trataban y le exigían igual que a las demás; el descubrimiento que supuso la Biblioteca Pública para ella, hija de padres analfabetos, en cuya casa no había un solo libro.
Najat El Hachmi nos mostró su idea de la escritura como un asidero para entender los dos mundos, las dos culturas en las que se mueve su vida.
Quizás, el conflicto catalán planeaba por las quince cabezas de las asistentes y por la de la conferenciante, pero nadie lo mencionó.
Yo había leído “La hija extranjera” y “Madres de leche y miel”, convencida de que todas las mujeres que hemos tenido que romper lazos y fronteras físicas o invisibles, compartimos el mismo desarraigo.
“Y es que no sabéis, hermanas, cómo cambia la vida entre tener la ayuda de los tuyos o no tenerla”, se lamenta la protagonista de “Madres de leche y miel”
Escucho a Najar El Hachmi desgranar su historia ante quince personas silenciosas. Presto atención a su cabello oscuro y rizado, que cae en tirabuzones sobre sus hombros, tan similar al de mi hija M que me resulta familiar. Pienso en su madre y recuerdo a la mía. Imagino su aldea: hombres que sueñan con emigrar, mujeres que caminan para traer el agua del pozo… Y no hallo la diferencia con mi pueblo.
Al acabar la conferencia, varias personas se acercan a la firma de libros. Abandono la cafetería y camino entre la gente que entra y sale de las tiendas. Refresca, por fin, en esta tarde de otoño. En la parada del autobús, una mujer de origen magrebí se sienta a mi lado. Me pregunto si ella también sentirá la misma necesidad de escribir sobre las fronteras.

PS: La foto es propiedad de Planeta Libros

Comentarios

Raquel H. ha dicho que…
Qué bonito escribes Pepa...

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