Los ventanales se han
manchado con gotas de lluvia. Me tumbo en el sofá después de comer, de espaldas
al gris océano. Solo oigo el batir de las olas contra las rocas de la Costa da
Morte, amortiguados el cacareo de las gallinas y el zureo de las palomas del
corral cercano.
Muy lejos, apenas audible,
el graznido de las gaviotas.
Intento dormir, pero no lo
consigo. Sobre la mesa, el segundo libro de la Trilogía de los Chironi de
Marcello Fois: “El tiempo de en medio”.
Con el paso de los años me
he convertido en una persona respetable y he abandonado el vicio de doblar los
picos de las páginas o subrayar los párrafos de la novela que estoy leyendo.
Papelitos adhesivos de
colores fluorescentes pueblan las páginas del libro en las palabras que me
gustaría retener: una metáfora, la descripción de un paisaje de Cerdeña, el
estado del tiempo o una disquisición filosófica sobre el devenir de la
existencia: “Desde la cima del sencillo paraíso de una comida caliente y de una
cama con sábanas limpias se puede llegar a dudar realmente de que el mundo esté
al revés. Y sin embargo, así es como son las cosas”
Para Navidad me guardé una
cita completa: “La Navidad es un sórdido batiburrillo de escaparates, un turbio
revoloteo de melindres en el que todos se sonríen a sí mismos”
El verano pasado, por
recomendación de Alejandro Luque en el Correo de Andalucía, comencé esta Trilogía de los
Chironi, con Estirpe, el primer libro. No conocía a Fois ni imaginaba que
Cerdeña se pudiera convertir en un Macondo literario gracias a su relato.
El escritor sardo nos
muestra la vida de la gente que no aparece en la Historia con mayúscula.
Una saga de herreros, que
me recuerda a la fragua de Vulcano, entre hierro, fuego y dorsos desnudos;
huérfanos que se inventan una genealogía, sin escudos, blasones o casas
solariegas.
La Historia, las
ideologías, el mundo que surge más allá de la isla construye una urdimbre con
los nacimientos, las bodas, los amores, los sufrimientos, las muertes, las
alegrías.
Michele Angelo Chironi, el
primero de su estirpe, reconoce con amargura que la vida castiga más que premia
y espera, después de una buena nueva, la llegada del golpe que tornará la
felicidad en tragedia.
Se trata de la misma
sabiduría popular que mi madre resumía con un refrán:” Detrás de la risa viene
el llanto”
Y heme aquí en Muxía, con
el segundo libro a punto de acabar, la única librería del pueblo cerrada,
adivinando la pena que se agazapa tras la dicha, a escasas 20 páginas del
final, demorando el momento de saborear las últimas palabras, sin posibilidad
de comprar el último tomo y preguntándome cómo he podido sobrevivir hasta ahora
sin los Chiron.
PS: La segunda foto retrata mi rincón de lectura en Muxía
Comentarios