Desde Orihuela, me envía R
una foto. Las puertas de cristal de la antigua lonja, hoy auditorio, se abren
con los versos del poeta nacido en esta tierra
“Tristes armas
si no son las palabras”
-Me emociono, le digo.
No
solo por los versos, sino porque pensó en mí al leerlos y captó la imagen para
esta amiga que lo agradece.
Las palabras de Miguel
Hernández adquirieron especial protagonismo este año que acaba, en forma de
versos, teatro, canciones o caligramas. Satisfecha me sentí tras saldar una
parte de la deuda contraída con el poeta de Orihuela.
Hubo otros libros, otras
historias, otras novelas. Como lectora caótica, no tomo nota ni escribo al
margen. A veces, hago una foto de una página que me interesa; subrayo en el
libro electrónico; copio en el bloc de notas del móvil; escribo a lápiz o
bolígrafo en una libreta que siempre pierdo.
Del libro electrónico
rescaté:
“Esta guerra fue la
consecuencia de las reacciones de unos neardentales con capacidades emocionales
sobredesarrolladas” (Yugoslavia, mi tierra de G. Vojnovic)
“Quienes solo han tenido
buenas experiencias no son muy interesantes” (Algún día todo este dolor te será
útil, Peter Cameron)
Este año que acaba se
estrenó oliendo a promesa. El ocho de marzo las calles rebosaron de violetas, con
la ilusión de que solo caminaríamos hacia delante, que no habría marcha atrás.
Mientras, saboreaba los
versos de María Sánchez en Cuaderno de Campo:
“Convertir la voz en
ternura
y en presa.
Prometerme una y otra vez
que nunca escribiré en
vano
un libro con las mismas
manchas.”
Una mañana de Corpus me
tomé una cerveza viendo una moción de censura en la tele y creí, ilusa de mí,
que se podría resquebrajar el muro de la desesperanza.
En el móvil anoté una frase
del Informe de Brodeck (P. Claudel): “En el fondo, las fronteras no son más que
trazos de lápiz sobre un mapa”
Pero las banderas, más
desteñidas, más deshilachadas, seguían ondeando en las fachadas.
Diciembre amaneció vestido de gris, con un
insoportable olor a cloaca. Y una muchacha que salía a correr murió asesinada.
“Hay en los hombres más
cosas dignas de admiración que de desprecio”, escribió Camus en La Peste.
Ojalá Albert Camus esté en
lo cierto.
El año en el que la Puerta Violeta de Rozalén se convirtió en un himno y el I Congreso Internacional de Coeducación reunió en Leganés a más de mil personas, no puede dejarnos con un sabor agrio en la boca.
Un nuevo año representa una oportunidad para empezar y es necesario
apartar los tonos oscuros de nuestra mente.
Durante toda la tarde, no
ha dejado de sonar mi móvil, con buenos deseos y firmes propósitos para el 2019.
Pepe, desde Murcia, inagotable al desaliento, envía canciones de Labordeta para
evitar el desánimo. JD comparte una frase del Quijote. J me desea un nuevo año
sin reyes, P me envía sus mejores deseos, decenas de vídeos se acumulan en mi
tarjeta de memoria.
Por ello, yo os deseo
salud para resistir, ánimo para luchar, alegría para vencer, cervezas para los viernes,
cafés para los martes, besos y abrazos de los seres queridos, risas con las
amigas y que no nos roben las palabras.
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