Una amiga prestó a C “El alquimista” de P. Coelho. Al verlo, su madre
frunció el ceño, esbozó una sonrisa irónica y arqueó una ceja por encima de la pantalla
de la tablet.
-Ya sé que tú no crees en la felicidad individual, sin tener en cuenta
el bienestar colectivo, pero me lo han recomendado y lo leeré, respondió C
antes de refugiarse en su dormitorio.
Todo el año se ha oído a C canturrear por la casa:
“Qué bello es
vivir
cuando me asomo a la ventana
y veo el mundo por la mañana
a mí es que se me alegra el alma
y tengo que sacar el karma
para brindar por esta vida
que está tan bien fabricada”
Conocedora de la tasa de paro juvenil, del precio
de la vivienda, de la subida de la luz, el desastre catalán o el aumento de las
muertes por violencia de género, no se preocupa por su incierto futuro y el
complicado reto de la emancipación. En la cena de Nochebuena, C confesó que el
concierto de El Kanka fue lo mejor que le había sucedido este año y por ello,
ha perseguido a su madre con el móvil para que escuche una y otra vez “Qué
bello es vivir”:
“Pero qué
bello es vivir
aunque la vida me maltrate
de la forma más espeluznante
yo saldré cada día a la calle
con mi sonrisa más grande”
Cuando no está enfadada con ella, la madre de C
se asombra de su inconsciencia, aunque también se siente agradecida por que sus
hijas le descubran novedades: una película, una serie, el Kanka o Juanito
Makandé.
-También se titula “Qué bello es vivir” una
película de Frank Capra, todo un clásico navideño, le recuerda a C.
Hace una década que el inventario de fin de año
le resulta política y socialmente aterrador, sin que haya visos de esperanza. Este
2017, el desatino ha culminado con banderas ondeando en los balcones y la
pérdida total de la cordura. Además, en lo personal, ha empezado a perder la
confianza en el ser humano, hasta llegar a apropiarse de una frase atribuida a
Pedro I de Castilla:
“Con este mendrugo de pan se pueden hartar todos
los leales de Castilla”.
Aunque los Reyes Magos son los únicos reyes en
los que cree, no es capaz de escribirles la carta, porque sus deseos no se
envuelven en papel de regalo.
A pesar de ello, la madre C no dudó cuando le
preguntaron por lo mejor del año:
- ¡El viaje a Cuba!
Y entonces, mostró un vídeo en el Floridita de La
Habana. Una banda tocaba una canción de Ana Belén y un grupo ruidoso coreaba el
estribillo:
Besos,
ternura.
Qué derroche
de amor,
Cuánta locura
Como la felicidad parece una meta harto difícil
de conquistar, los sueldos continúan congelados, mientras espera que se
deshilachen las banderas, la madre de C, M y A desea que el próximo año venga
cargado de besos, ternura y muchos momentos de alegría.
Comentarios