Vivir
no es fácil, ya abras los ojos o los cierres. David Trueba es
consciente de ello cuando elige la historia de Antonio para escribir
el guión. Su mirada se posa en antihéroes, personajes corrientes,
que pueden vivir en tu barrio, como en Saber Perder, una novela que
me conquistó.
No
es casual que un profesor obtenga el papel protagonista, porque la
película de Trueba no es una comedia sobre los años 60. Tampoco se
trata de una road movie al uso, a pesar del coche.
Tampoco
resulta baladí el personaje de una joven embarazada (“que nadie
decida por mí”, protesta), ni un chico rebelde que huye de su
casa. Solo el profesor que los sube al coche y actúa como protector
tiene claro su objetivo, aunque pueda parecer una simpleza
-”La
juventud tiene tapiadas las vistas al futuro”, se lamenta el
personaje encarnado por Javier Cámara.
No
es la primera vez que David Trueba une a personajes inconexos que
terminan sumando sus fuerzas. Los miembros de la familia de la novela
“Saber perder” andaban sin rumbo hasta que se encuentran al final
de la historia.
“Vivir
es fácil con los ojos cerrados” no deja de ser una comedia en la
que te ríes con situaciones divertidas, como apear al joven
autoestopista por preferir a los Rolling. Pero la crudeza de la
realidad cotidiana y el tono gris de la dictadura se pasean por la
pantalla: el catalán (Ramón Fontserè) que regenta el bar mientras
cuida a su hijo discapacitado y aguarda el regreso de su mujer se
halla cerca de la tragedia griega; el padre autoritario y violento;
el grasiento acosador de muchachas.
Los
constantes guiños al presente convierten la película de Trueba en
una metáfora sobre la ilusión, la esperanza, la búsqueda de la
felicidad, las pequeñas acciones que generan cambios.
La
sonrisa permanece horas después de acabada la sesión y sin embargo,
no ha sido un éxito de taquilla.
Me
he reido con “Ocho apellidos vascos”, el boom del momento. No me
cabe duda que resulta sano reírse de los estereotipos, los propios y
los ajenos. Por supuesto, no me he reconocido en los personajes
sevillanos. Al ser de pueblo y no bailar sevillanas, no me siento
identificada con los tipos que representan Alfonso Sánchez, Alberto
López y Dani Rovira aunque puedo afirmar que existen y que persisten
en su ombliguismo.
Ves
“Ocho apellidos vascos”, te ríes y la olvidas. La lírica de
“Vivir es fácil...” se adhiere a tu piel. Sevilla y Euskadi
siguen teniendo un color especial, pero esta vez, y sin que sirva de
precedente, prefiero como banda sonora ·”Strawberry fields for
ever”.
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