Necesito
un libro. Sería preferible una novela muy larga, larguísima, de no
menos de ochocientas páginas. También aceptaría una saga con
personajes que me acompañen durante meses. El verano es una estación
ingrata si no tienes un buen libro a mano.
Necesito
un libro absorbente, que me obligue a permanecer agarrada a él, como
si se tratara de la tabla de un náufrago. Los seres insomnes de
siesta, de aires acondicionados y estómagos aturdidos solo
precisamos de un buen argumento para sobrevivir.
Necesito
un libro para huir. Prometo no leer las portadas de los periódicos
ni oír a comentaristas desgañitados. No quiero saber nada de
ministros transmutados en orcos ni ministras apelando a la Virgen del
Rocío. Por eso, no me sirve cualquier libro.
Necesito
un libro que sea una obra de arte, un cuadro de Velázquez, una
catedral gótica, una pirámide o la muralla china. Una novela
extensa e intensa, por donde deambulen personajes creíbles e
increíbles, escenarios amables, tramas inteligentes.
Necesito
un libro para olvidar, una novela con un buen final, que para penas
ya tenemos el telediario. Crematorio, Intemperie, Un tipo encantador
y Democracia han sido mis últimas lecturas. Padezco hartazgo de
realidad y deseo descansar.
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