Tienes
14 años y nunca has visto el mar. El autobús, que arrancó antes
de que clareara el día, se acerca a la costa. Lo sabes porque el
aire fresco que entra por las ventanillas llega cargado de sal. La
noche anterior apenas conciliaste el sueño por los nervios del
viaje. Nunca has viajado tan lejos. En la televisión en blanco y
negro no se distingue el color del mar. Por más que hayas recorrido
los océanos con Verne y Salgari, no podrías describir la sensación del agua
salada rozando tu piel.
Los
bocadillos, la tortilla de patatas y los refrescos aguardan en la
nevera portátil pero a ti solo te interesa observar. En la bolsa
guardas un libro de poesía. Quizás Machado, tal vez Neruda aunque
lo más probable es que sea una antología de Miguel Hernández de la
editorial Cátedra.
En
el verano del 77 todo acaba de comenzar: las primeras elecciones, las
colas frente a las urnas, el primer viaje fin de curso, libertad sin
ira libertad,…
Tú
no has visto el mar, tampoco sabes nadar. Alguien te prestó un
bañador, prenda innecesaria en un pueblo de secano donde en verano
apenas quedan charcos en los que remojarse y alguna que otra alberca
particular suple a las piscinas.
En
septiembre acudirás al instituto en otro pueblo cercano, ilusionada
por aprender, conocer gente, amar, vivir, reír.
Pero
ahora es verano. La asociación de vecinos ha organizado una
excursión a Fuengirola y te has apuntado con tu padre y tu hermana.
La carretera sinuosa te produce náuseas. Son muchas horas de viaje
hasta la costa y a pesar de ello, tu rostro no se aparta del cristal
intentando atrapar con tu retina la primera ola.
Por
las mañanas no te detienes mucho tiempo ante el espejo. Tras la
ducha, el cepillo de dientes, la crema hidratante, un peinado rápido
y partir escaleras abajo. Ni la báscula ni el espejo te
devuelven el reflejo de una mujer que va a cumplir medio siglo.
No
estableciste un plan claro de tu vida, no planificaste objetivos y
finalidades. Has pasado el tiempo improvisando sin pensar que la vida
iba en serio (Gil de Biedma dixit). Tal vez hayas dilapidado
oportunidades, ante la urgencia del Carpe diem.
A
veces incluso olvidas tu edad real porque atrapada en un cuerpo
adulto resiste una muchacha de catorce años. Calculas lo que te
queda por vivir y esperas que aparezca el mar en la próxima curva.
Comentarios
Feliz pre-cumpleaños.
Como no me gusta felicitar por adelantado,... seguiremos hablando.Lina