Hoy
es un día de transición, una jornada en la que tomar aliento
después de varios días sin disponer de un instante. Hoy es un día
de quietud antes de sumergirme en una nueva vorágine que me impedirá
estar a solas. Siento la necesidad urgente de acercarme a mí misma,
como si mi auténtico yo se alojara en un hilo invisible cercano a mi
columna, un hilo que me reconforta.
La
mañana, que amaneció limpia, se fue cubriendo de nubes espesas. La
maleta deshecha reclamaba su tributo de coladas, detergentes,
suavizantes y vapores de plancha. Pero el cielo desoyó los ruegos de
mi sucio equipaje y derramó una tormenta sobre las blusas y los
pantalones que se oreaban en el tendedero del patio.
Comenzó
a llover mientras tomaba el aperitivo, a esa hora en que los niños y
las niñas suelen salir del colegio y las madres se apuran en
protegerlos con paraguas e impermeables.
Ayer,
mientras la meseta galopaba, verde y húmeda, por la ventanilla del
tren, acabé “Hablar solos” la última novela de Andrés Neuman.
Saboreaba cada palabra, cada frase, cada cita que el autor ponía en
boca de Elena, el personaje que cobra más fuerza en esta obra en la
que monologan tres voces.
Al
cerrar el libro, mi compañero de viaje, me descubrió un poema de
Claudio Rodríguez:
“Largo
se le hace el día a quien no ama
y
él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto
y duro del cuerpo, su cascada
canción,
siempre sonando a lejanía.”
Esta
tarde, cuando la ropa y la borrasca y los afectos me concedieron una
tregua, deambulé entre los titulares de la prensa: Argelia,
Bárcenas, centros de salud, Cospedal, Barça, ciclogénesis, Mali,
Hollande. En EPS me demoré en un reportaje de Juan Cruz titulado
“Cien veces Gabo”. De inmediato me asaltó la necesidad de
compartir lo que leía, en especial la “Carta de Gabo a Plinio”
pero nunca encuentro los enlaces de los artículos de El País
Semanal. Así que me conformé con tuitear: “...la única
posibilidad que se tiene de escribir bien es escribir las cosas que
se han visto” G. García Márquez.
Cansada
de hojear la prensa sin encontrarme arrojé el periódico y tomé una
antología poética que se aloja junto a mi sillón orejero. Allí
habitaban algunos poemas de Claudio Rodríguez, que me devolvieron a
mí misma, antes de incorporarme al tumulto, en este día de tregua.
Comentarios
Ese poema de Claudio Rodríguez, precioso por cierto, ya hace algún tiempo que lo recité y lo subí a Ivoox. Te dejo el enlace por si quieres escucharlo: http://www.ivoox.com/claudio-rodriguez-ajeno-audios-mp3_rf_396518_1.html
Un abrazo.