Un
niño triste al final de la clase. Un niño enclenque, solitario,
silencioso, con el pelo sucio y el chándal barato muy gastado. A
veces se sentaba solo, no porque él lo hubiera elegido, sino porque
su tutora así lo decidía: no había hecho los derechos, olvidó el
material, suspendió un examen...
A la
maestra le consumía la rabia, pues solo veía un niño triste y
solo, una madre pobre y superada por las circunstancias.
Un
niño triste rodeado de uniformes, de camisetas de marca y móviles
de última generación.
La
maestra se hacía la olvidadiza si no llevaba el libro o no tenía
hecha la tarea. Le alababa su aptitud para el idioma, su
pronunciación casi perfecta sin academias ni clases extraescolares.
¡Era
tan poco lo que podía hacer para aliviar su tristeza!
Hoy
lo ha encontrado en la calle, junto a la biblioteca, cargando a la
espalda su pesada mochila. El niño, tan pequeño, ahora estudia en
el instituto.
-¿Vas
a la biblioteca a estudiar?
-A
hacer los deberes, ha respondido.
Con
su sonrisa triste y tímida, lo ha seguido con la mirada hasta que lo
ha visto entrar en el edificio.
Y ha
pensado, una vez más, cuánto le duele este niño triste.
Comentarios
Hermosamente triste.
Un abrazo