La
vida es tan corta que apenas permite leer unos pocos libros, una
mínima porción de las historias que pueblan el planeta. Tenemos
tanta prisa por recorrer nuevos caminos que difícilmente hollaremos
la tierra antes pisada.
De
vez en cuando es preciso detener el paso, girar la cabeza hacia atrás
y tomar aire profundamente.
Entonces
aparece el momento adecuado para releer un libro que haya dejado
cicatrices en tu piel y contrastar el recuerdo y presente de la prosa
a la que te enfrentas por segunda vez.
A los
trece o catorce me topé con Viento del Este, Viento del Oeste de
Pearl S. Buck. Este encuentro casual me produjo tal conmoción que
perduró a lo largo de varias décadas y muchas lecturas.
Dos
imágenes se alojaron en mi mente: la venda que la protagonista se
retira del pie prisionero y su mano torpe, incapaz de girar un
picaporte.
El
transcurrir del tiempo no restó interés al segundo encuentro.
En la
primera de las historias que narra la protagonista, Kwie-lan (ante
mis ojos de mujer adulta, no es más que una niña inocente) no se
plantea en ningún momento que pueda haber otro mundo más allá de
los muros de la tradición. Su educación ha sido estricta y exigente
pues su matrimonio se concertó desde niña y pertenecerá a la
familia de su marido una vez casada.
“Una
mujer debe guardar ante los hombres un florido silencio, procurando
retirarse tan pronto como sea posible hacerlo sin pasar por torpe”.
La
existencia de Kwie-lan habría resultado previsible y anodina si su
marido no hubiera estudiado en Occidente. Todos sus sacrificios
resultaron en vano. No le agradaban sus afeites, sus ropajes y
aborrecía de sus diminutos pies vendados.
Pero
el dolor más fuerte, el que sacude tu conciencia, no es la tortura
padecida para obtener unos pies pequeños. Lo realmente duro ocurre
cuando Kwie-lan accede a dejar sus pies libres, con el nuevo daño
físico que le aflige, a abandonar cuanto le enseñaron, para
contentar a su esposo “occidentalizado” y así, una vez más,
cumplir con el papel de esposa y madre al que fue destinada.
“Los
sacrificios hechos no habían servido para nada y ahora él me
imponía otros”
La
pequeña Kwie-lan, no es arrastrada por el viento del este y a
continuación por el del oeste. Se siente atrapada entre los dos
vientos, carece de voluntad y de libertad para elegir su propio
camino.
Y
todo ello, en nombre del amor.
"Siempre y en todo momento te he instruido en la necesidad de someterte como una flor se somete a la lluvia y al sol".
Comentarios
Comparto casi plenamente tus experiencias con "Viento del este, viento del Oeste", tanto en la edad de mi primer encuentro con él como las sensaciones que viví y la manera en que me marcaron como lectora.
Felicitaciones por el post y el blog en general