Su mejor amiga tenía una
letra pequeña y redonda, con la que escribía textos llenos de
sensatez.
En el año 1978, en aquel
pueblo de la campiña sevillana había muy pocos estudiantes. Pero su
amiga obtuvo tan buenas notas al acabar la EGB que la maestra se
empeñó en que cursara el BUP. Sus padres, jornaleros, jamás habían
albergado tal idea, por lo cual, tuvo que dedicar varias tardes a
hablar con ellos hasta que quedaron convencidos.
La maestra se fue de
vacaciones después de que sus alumnas hicieran la preinscripción y
cumplimentaran la beca. Solo faltaba la matrícula en el mes de
julio.
Aún recuerda aquella
tarde con tristeza, aunque sin la rabia y la impotencia que la
acompañó durante años.
Visitó a su amiga para
acordar la hora de tomar el autobús para el instituto, que distaba
quince kilómetros de su pueblo. La muchacha sostenía en brazos a su
hermana pequeña, un bebé de pocos meses. Le contó que no la
acompañaría y cuando ella, sorprendida, demandó una explicación
solo obtuvo la respuesta furiosa y egoísta de la madre:
-Que si le daba el dinero
para la matrícula no tendría con qué comprarse un vestido para la
feria, que tendría que trabajar desculando remolacha, que si se iba
a estudiar quién la iba a ayudar en la casa y con la niña
pequeña...
Aquellas voces perduran
en sus oídos y también el semblante triste de la amiga que no osó
rebelarse en ningún momento.
Y se quedó allí, con su
hermanas pequeñas, con su madre, silenciosa y obediente, con su
letra redonda y pequeña.
Su amiga se casó joven,
muy joven, y tuvo dos hijas muy pronto.
Hace un par de años la
volvió a ver. Ya no sentía rabia al pensar en la madre, al recordar
su sumisión.
Sus hijas estudiaban en
la Universidad, ambas con becas, pero ella se esforzaba en ayudarlas
limpiando por horas durante la semana y cocinando en un restaurante
los fines de semana. Su espalda estaba torcida y aparentaba más años
de los que realmente tenía.
Aunque se la veía
orgullosa y feliz, ella se la imaginó volcada en los deberes de las
niñas, leyendo con ellas, repasando las tablas de multiplicar,
contando cuentos.
Pensó que era una
especie de revancha que la vida había otorgado a su amiga.
Ojalá puedan disfrutar
de esa misma oportunidad sus nietas.
Comentarios
Afortunadamente, la ensañanda pública y gratuíta no exige el pago de dinero alguno para la matrícula.
Un saludo.