Hace unos días, tras
leer el artículo de Santos Guerra titulado La
historia del colibrí, descubrí que me sentía como el colibrí
de la narración, empeñada en apagar el incendio del bosque con las
gotas de agua que puede transportar en su piquito.
Deseo escribir un post
para defender la Escuela Pública y mi cabeza se llena de imágenes
tan personales y emotivas que me impiden ser objetiva.
Aún no he cumplido cinco
años y lloro todos los días por ir al colegio. En el pueblo solo
hay una escuela unitaria, la Escuela Parroquial, con aulas segregadas
para niños y niñas. Son los años sesenta, el país vive en una
dictadura y la educación no es ni obligatoria ni gratuita. Como aún
soy pequeña no hay pupitre para mí y mi madre me compra una sillita
de anea para sentarme en clase.
Estudio 2º de Primaria
en la Escuela del Cuartel, unas habitaciones habilitadas como aulas
encima del cuartel de la Guardia Civil. Hacemos el recreo en un
pequeño patio empedrado en el que reina un árbol de hojas anchas,
que con la distancia temporal se me antoja un inmenso magnolio.
Son los primeros años
setenta y al final de mi calle han construido un grupo escolar con
clases y servicios separados para niños y niñas. Estoy en sexto de
EGB. Mi colegio se llama Antonio Machado. Aún no ha muerto el
dictador pero construimos parterres, sembramos rosales alrededor de
la valla, plantamos árboles en el patio del colegio. Son los tiempos
de Freinet y Paulo Freire, del texto libre y la pedagogía del
oprimido.
Tengo 15 años y curso 2º
de BUP en un instituto a 15 kilómetros de mi casa. Llego tarde a
clase cada mañana porque los de mi pueblo venimos en un autobús de
línea. Salgo de casa antes de amanecer y regreso de noche. Estudio
con una beca, aunque no cubre todos mis gastos. He de almorzar fuera
de casa cada día, comprar libros y material, pagar el autobús y
vestirme como cualquier muchacha de mi edad.
Hacemos huelga para
protestar... ¿Por la LAU? Nos manifestamos en el patio del
instituto. El director quiere dialogar y nuestros valientes líderes
estudiantiles piden voluntarios. Como soy inocente y kamikaze levanto
la mano. Y me veo delante de aquel catedrático de derechas, grande y
gordo al que llamamos el Chimenea porque siempre fuma un enorme puro,
defendiendo la Universidad Popular.
-¿Como en China? Me
pregunta el Chimenea.
-¡Como en China!,
respondo en una alarde de intrepidez.
El piso de estudiantes
que comparto en un barrio de Sevilla es pequeño e incómodo pero está cerca
de la Escuela de Magisterio. Huele a colillas y sudor, a patatas
fritas y macarrones con tomate frito. Gracias a mi beca no pago
matrícula y puedo hacer frente el alquiler. La Universidad sabe a
césped recién cortado, avellanas en La Moneda, besos, tinta de boli
bic, fotocopias calentitas, manifestaciones, amistad y sueños
cumplidos.
Las imágenes que se
acumulan en mi mente me impiden actuar con objetividad. Tal vez estoy
incapacitada para defender la Escuela Pública porque soy un producto
de ella.
El sistema educativo que
tenemos dista mucho de ser perfecto. Lo más grave es que no
garantiza en absoluto la equidad.
Nuestros brillantes
gobernantes (que no estudiaron en la Escuela Pública) pretenden
calmar la voracidad insaciable de los mercados y los especuladores
arrojando Educación y Sanidad entre sus fauces.
El decreto 14/2012
supone un grave ataque a la calidad de la Educación, ahondando aún
más en las desigualdades y constituye un menosprecio indudable a la
labor del profesorado que ha sumido a este colectivo en una fuerte
desmotivación.
Sin embargo, otro peligro
que cerca a la Escuela Pública parte de su interior y se puede
extender como un cáncer.
Hace semanas que circulan
por Internet propuestas que animan al profesorado a no formarse, no
realizar excursiones o actividades complementarias, calificar con
sobresaliente a todo el alumnado, etc. Este tipo de actuaciones nos
llevan a un pasotismo educativo que puede acabar con el poco
prestigio que nos queda.
Soy de la Pública y la
defenderé con todas mis fuerzas.
Soy un colibrí y este
post es el agua que puede cargar mi piquito. ¿Eres tú un jaguar que
huye del incendio?
PS: La foto es de una antigua escuela de mi pueblo
Comentarios
Pretendo ser un colibrí y volar a tu lado y, al lado de todos los que se atrevan a intentar sofocar este gran incendio, a pesar de nuestro tamaño.
Un abrazo.
Yo siempre digo que en la posguerra, en momentos mucho mas difíciles hubo docentes que lucharon por mejorar la escuela pública y consiguieron cosas importantes, así que ¡¡¡a las barricadas!!!!
Gracias por vuestros comentarios.