Almudena Grandes es, sin
lugar a dudas, una de mis autoras de referencia. He pasado con ella
muy gratos momentos, desde que descubrí casualmente “Malena es un
nombre de tango” y me lancé a devorar todas sus obras. Desde
entonces no he dejado de leer todo lo publicado, además de seguir
sus artículos en El País.
“La más Grande” (
apelativo irónico de una amiga), transmite la imagen de mujer
apasionada, comprometida y visceral, características que contagia a
sus personajes. Sus novelas tienen la virtud de atraparte desde la
primera página
En “Los aires
difíciles”, su novela gaditana, abandonó el entorno madrileño
y se acercó al sur, no solo como veraneante, sino como territorio
literario.
Durante los últimos años
Almudena Grandes se ha propuesto la galdosiana tarea de novelar
algunos episodios menos conocidos de la guerra civil y la posguerra.
Inés
y la alegría inició en 2010 esta colección editada por
Tusquets aunque “El corazón helado”, escrito con anterioridad,
también se centraba en este tema.
La segunda entrega de
“Estos episodios de una guerra interminable” es “El lector de
Julio Verne”. Podría decir que me ha decepcionado, quizás porque
esperaba más.
Es probable que las 417
páginas me hayan sabido a poco, habituada a las setecientas u
ochocientas con que nos suele regalar la autora. Tal vez albergué
demasiadas expectativas después de Inés y la alegría.
“El lector de Julio
Verne” es una novela perfectamente escrita y bien estructurada. El
ambiente rural de un pueblo de Jaén, la atmósfera asfixiante y gris
de la casa cuartel donde vive el protagonista, los apodos de los
habitantes, la represión y la rebeldía de los vencidos, la
desgraciada vida de los guardias civiles y sus familias están
logrados con la maestría que caracteriza a sus obras.
Sin embargo, la narración
en primera persona no me termina de convencer. En ningún momento he
percibido a Nino contando la historia, siempre presentía detrás a
la escritora.
Además, personajes
secundarios como Pepe el portugués o el sargento Sanchís, tan
misteriosos, tan ambiguos, personajes que podían haber dado mucho
juego, quedan difuminados. La historia de las Rubias, cruciales en
la transformación intelectual y política del niño tampoco es
tratada en profundidad. Las pasiones amorosas que surgen a lo largo
de la novela no emocionan...
No hay dudas de que “El
lector de Julio Verne” es una buena novela, pero le faltan
trescientas o cuatrocientas páginas, le sobran tramas secundarias o
Almudena Grandes ha tenido que acabarla a toda prisa.
Y por supuesto, este post
es solo mi humilde opinión.
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