En la tarea de coeducar nadie se ve libre de errores, que arroje la primera piedra quien se considere una virtuosa o un virtuoso de la actuación igualitaria. Aún nos queda mucho para sacudirnos siglos de educación patriarcal y eso, mal que nos pese, nos lleva a equivocarnos.
Mucho se ha hablado sobre currículum sexista, repartos desequilibrados de espacios, etc. No voy a ahondar en ello porque hay abundante material publicado de personas más expertas.
Mi mirada coeducativa observa a menudo actitudes o situaciones que se reproducen en los colegios sin que se realice una reflexión.
Ya sabemos que debemos prestar atención para no mandar solo a los niños a cargar bultos de peso o a las niñas a colorear con más cuidado, promover la participación de ambos en actividades artísticas o deportivas. Niños y niñas son diferentes pero han de tener la oportunidad de elegir si quieren bailar o jugar a fútbol, si realmente prefieren charlar pausadamente o correr tras un balón sin que nadie les juzgue por ello.
Por ello es difícil de entender que en colegios donde se realizan programas de diversificación de juegos en el patio del recreo, se mantengan al mismo tiempo ligas de fútbol.
Mientras nos empeñamos en educar las habilidades sociales, la afectividad, la no violencia y la equidad se celebra el día de San Valentín sin pensar en qué idea del amor estamos reproduciendo o promoviendo entre el alumnado.
Es algo parecido a la tela de Penélope, lo que se construye un día se destruye al día siguiente, porque se realizan actividades sin pensar en los objetivos educativos que nos proponemos, es más, sin plantearnos qué educación pretendemos.
La organización de un aula heterogénea no resulta una tarea fácil. Hay que compensar, distribuir y estudiar multitud de elementos. Existe una práctica muy habitual, la de sentar al niño más disruptivo del aula al lado de la niña más callada, obediente y trabajadora.
Estos niños necesitan de la atención, el cuidado y la ayuda tanto del profesorado como de sus compañeros y compañeras. Pero esta tarea no ha de caer sobre las niñas como una carga. Tal vez estemos transmitiendo que ésta es su función en la vida.
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Besos, Steph