Como no soy crítica de cine ni experta en fotografía o sonido, voy al cine a que me cuenten una historia. Como soy una mujer con una existencia a mis espaldas, no puedo ser objetiva y analizo la realidad sin dejar a un lado lo que he vivido.
Cuando yo tenía 12 años, alguien me leyó la encíclica de San Pablo en la que se prohíbe a las mujeres tomar la palabra e impide que sean escuchadas. Como palabra de Dios, no puede ser cuestionada y todos deben arrodillarse ante tal afirmación.
Esta encíclica, que me irritó sobremanera antes de entrar en la adolescencia, propició el trágico final de Hipatia, su lapidación como mujer impía.
Mucho se ha hablado en la prensa sobre el mensaje contra los fundamentalismos religiosos de la película o de la oposición entre ciencia y fe. Sonrío al recordar los adjetivos de alguna prensa conservadora, tildando a Aménabar de ateo, que tras hacer apología de la eutanasia arremete contra el cristianismo. Ese periódico olvida que también lo hace contra judíos o paganos, sólo se salva la impía Hipatia cuyo único credo es la filosofía.
No digo que no sea cierto, se habla de religión y ciencia. Pero al parecer yo he visto una película diferente, la historia de una mujer que quería ser libre y no vivir bajo el sometimiento de un varón ni de una fe impuesta. Yo he presenciado la vida de una mujer que ha pretendido seguir su propio camino, el de la ciencia y el conocimiento. Por ende, se trata de una mujer excepcional (no podía ser de otra manera en la época que le tocó vivir), que muere por ello.
Mi hija de 15 años se emocionó cuando Hipatia descubrió la elipse que hace la Tierra alrededor del sol y lloró a la muerte de la heroína.
Estuvimos a punto de levantarnos y aplaudir emocionadas.
Quizás a mí no me emocionen las mismas cosas que a los críticos, por eso no les hago mucho caso.
Si yo fuera profesora de instituto, mi alumnado de Educación para la Ciudadanía vería esta película y después propondría un debate. Tal vez descubrieran que cualquier verdad puede ser refutada, incluida la mía.
Cuando yo tenía 12 años, alguien me leyó la encíclica de San Pablo en la que se prohíbe a las mujeres tomar la palabra e impide que sean escuchadas. Como palabra de Dios, no puede ser cuestionada y todos deben arrodillarse ante tal afirmación.
Esta encíclica, que me irritó sobremanera antes de entrar en la adolescencia, propició el trágico final de Hipatia, su lapidación como mujer impía.
Mucho se ha hablado en la prensa sobre el mensaje contra los fundamentalismos religiosos de la película o de la oposición entre ciencia y fe. Sonrío al recordar los adjetivos de alguna prensa conservadora, tildando a Aménabar de ateo, que tras hacer apología de la eutanasia arremete contra el cristianismo. Ese periódico olvida que también lo hace contra judíos o paganos, sólo se salva la impía Hipatia cuyo único credo es la filosofía.
No digo que no sea cierto, se habla de religión y ciencia. Pero al parecer yo he visto una película diferente, la historia de una mujer que quería ser libre y no vivir bajo el sometimiento de un varón ni de una fe impuesta. Yo he presenciado la vida de una mujer que ha pretendido seguir su propio camino, el de la ciencia y el conocimiento. Por ende, se trata de una mujer excepcional (no podía ser de otra manera en la época que le tocó vivir), que muere por ello.
Mi hija de 15 años se emocionó cuando Hipatia descubrió la elipse que hace la Tierra alrededor del sol y lloró a la muerte de la heroína.
Estuvimos a punto de levantarnos y aplaudir emocionadas.
Quizás a mí no me emocionen las mismas cosas que a los críticos, por eso no les hago mucho caso.
Si yo fuera profesora de instituto, mi alumnado de Educación para la Ciudadanía vería esta película y después propondría un debate. Tal vez descubrieran que cualquier verdad puede ser refutada, incluida la mía.
Comentarios
ag0ra, porque por lo que has contado parece prometedora.
ESPERO QUE NO SEA ABURRIDA
es broma.