Hace unos años cayó en mis manos la novela de Andrés Neuman “La vida en las ventanas”. Desde entonces he intentado seguir su andadura. Me conmovió especialmente “Una vez Argentina” por la capacidad para hilar la historia y seducirte con el lenguaje, valiéndose de sus dos tradiciones culturales, la argentina y la española.
Para leer “El viajero del siglo”, primero hay que tener tiempo, porque es una novela (¿y también ensayo?) de más de 500 páginas y hay que recrearse en saborear todas y cada de las metáforas con que nos asombra el autor, anotarlas y leerlas despacio por enésima vez, deleitarse ante unos “zapatos boquiabiertos” o admirar “una luna mordida que trepa el cielo”. Neuman es, en suma, un poeta que escribe novelas.
Ante la avalancha de novela histórica, algunas malas y otros peores, el autor nos presenta una novela sobre la historia, pero también sobre filosofía, arte, literatura,…
Lo peor es que te queda la sensación de que has perdido el tiempo y te queda mucho por aprender y, sobre todo, mucha poesía que leer.
Para leer “El viajero del siglo”, primero hay que tener tiempo, porque es una novela (¿y también ensayo?) de más de 500 páginas y hay que recrearse en saborear todas y cada de las metáforas con que nos asombra el autor, anotarlas y leerlas despacio por enésima vez, deleitarse ante unos “zapatos boquiabiertos” o admirar “una luna mordida que trepa el cielo”. Neuman es, en suma, un poeta que escribe novelas.
Ante la avalancha de novela histórica, algunas malas y otros peores, el autor nos presenta una novela sobre la historia, pero también sobre filosofía, arte, literatura,…
Lo peor es que te queda la sensación de que has perdido el tiempo y te queda mucho por aprender y, sobre todo, mucha poesía que leer.
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