Poseo cierta experiencia en recuperar cacerolas donde se han quemado lentejas. Hace mucho más de veinte años que me inicié en esta sana habilidad. En aquella ocasión las humildes legumbres decidieron suicidarse a lo bonzo en protesta por mi falta de cuidado. Yo estaba haciendo el amor en la habitación contigua y no me alcanzaron sus gritos de socorro ni sus efluvios aromáticos. Eran otros tiempos y otra cantidad de hormonas recorría mi cuerpo.
Andaba yo muy atareada esta mañana. Aprovechando que salían las carretas del Rocío, las autoridades locales decidieron darnos un día de asueto. Como no uso traje de faralaes ni monto a caballo no sabía qué hacer con este aciago día en medio de una semana de fin de curso, con la programación sin terminar y los bailes sin ensayar.
Descansar. Ésa era la consigna. Anoche estaba tan cansada que me metí en la cama a las 10’30 h. El libro de Atxaga que leía se iba convirtiendo en nubes cada vez más densas.
Como era de esperar, a las siete y media abrí los ojos a la luz de esta mañana rociera. Cohetes de todas las hermandades del Aljarafe alegraban mis oídos.
Tenía dos alternativas: ordenar los armarios (con todo lo que ello implica) o ponerme a trabajar en el ordenador. Quien dice trabajar dice abrir el correo, mirar si la Consejería tiene alguna novedad… Me entretuve leyendo los blogs de Juanma y del Efervescente. Incluso me atreví a escribir algún comentario.
Las niñas se levantaron, desayunaron, recogí la cocina y (¡Ay triste de mí!), como mujer previsora que soy, preparé unas lentejas con todo mi cariño.
Me subí de nuevo al ordenador y ésa fue mi perdición: un trabajito para el cole, un vídeo con la música de Cold play, unas actividades de inglés para María, Clara estúdiate los números ordinales que no te los sabes,…
En el paquete ponía que las lentejas eran rápidas, pero no tanto. Por favor, ¿a dónde vamos a llegar?
Un traspaso de cacerola, retirar las lentejas adheridas al fondo, cubrir de agua y un buen chorro de lejía. Eso es todo. Las lentejas quemadas y los nervios de punta. Hay que tirarse a la calle antes de que la casa estalle, aunque sea para ver rocieros/as dejar botellines de cerveza por todas las esquinas.
-Niña, pon esa botella en el poyete.
-Señora, ¿usted no recicla?Pero ésa es otra historia.
Andaba yo muy atareada esta mañana. Aprovechando que salían las carretas del Rocío, las autoridades locales decidieron darnos un día de asueto. Como no uso traje de faralaes ni monto a caballo no sabía qué hacer con este aciago día en medio de una semana de fin de curso, con la programación sin terminar y los bailes sin ensayar.
Descansar. Ésa era la consigna. Anoche estaba tan cansada que me metí en la cama a las 10’30 h. El libro de Atxaga que leía se iba convirtiendo en nubes cada vez más densas.
Como era de esperar, a las siete y media abrí los ojos a la luz de esta mañana rociera. Cohetes de todas las hermandades del Aljarafe alegraban mis oídos.
Tenía dos alternativas: ordenar los armarios (con todo lo que ello implica) o ponerme a trabajar en el ordenador. Quien dice trabajar dice abrir el correo, mirar si la Consejería tiene alguna novedad… Me entretuve leyendo los blogs de Juanma y del Efervescente. Incluso me atreví a escribir algún comentario.
Las niñas se levantaron, desayunaron, recogí la cocina y (¡Ay triste de mí!), como mujer previsora que soy, preparé unas lentejas con todo mi cariño.
Me subí de nuevo al ordenador y ésa fue mi perdición: un trabajito para el cole, un vídeo con la música de Cold play, unas actividades de inglés para María, Clara estúdiate los números ordinales que no te los sabes,…
En el paquete ponía que las lentejas eran rápidas, pero no tanto. Por favor, ¿a dónde vamos a llegar?
Un traspaso de cacerola, retirar las lentejas adheridas al fondo, cubrir de agua y un buen chorro de lejía. Eso es todo. Las lentejas quemadas y los nervios de punta. Hay que tirarse a la calle antes de que la casa estalle, aunque sea para ver rocieros/as dejar botellines de cerveza por todas las esquinas.
-Niña, pon esa botella en el poyete.
-Señora, ¿usted no recicla?Pero ésa es otra historia.
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