El autor sueco Stieg Larsson ha alcanzado el éxito editorial del momento en España con la publicación de dos de las novelas de su trilogía Millenium. El relato de acción y aventuras protagonizado por el periodista Mikael Blomkvist nos conduce por trepidantes investigaciones en las que aparece la cara más sórdida del idílico país escandinavo.
Sin embargo, no es el argumento lo que me ha cautivado de “Los hombres que no amaban a las mujeres” y “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”, tampoco la constante referencia a la literatura sueca caracterizando a sus protagonistas como Kalle Blomkvist y Pippi Calzaslargas.
Tengo la impresión de que el personaje de Slibeth Salander presenta rasgos únicos, que nunca hasta ahora habían aparecido en la heroína de una novela de acción.
Con un físico nada atractivo, enclenque y poco agraciada, padece fobia social, revela un pasado difícil y antecedentes psiquiátricos.
Se muestra en la primera novela tan alejada del personaje de Mikael Blomkvist (¿alter ego del autor?) que no podemos desentrañar qué papel juega en el relato esta chica al borde de la delincuencia. Aún menos podemos comprender qué relación puede tener con el bueno, honrado y sin fisuras de Mikael.
Cual crisálida que despierta de su letargo, a medida que avanzamos en la narración vamos descubriendo su inteligencia fuera de lo común, su habilidad informática así como su posicionamiento contra la violencia de género. Salander odia a los hombres que no aman a las mujeres.
Se convierte, por tanto, en una especie de superwoman justiciera capaz de utilizar cualquier medio, aunque sea ilegal, para acabar con los maltratadores.
En el segundo libro, nuestra heroína huye para no asumir que está perdidamente enamorado del maravilloso Blomkvist, que no es por nada, pero posee una concepción libérrima del sexo y las relaciones, cocina divinamente y tiene la cocina como los chorros del oro. ¿Quién no quiere uno de esos en su vida?
Pero lo peor de su pasado la alcanza y ha de volver a la lucha. Entonces, casualmente, surgen por doquier un montón de “machos cowboys” dispuestos a ayudarla. No sabía yo que hubiera tantos Mikael Blomkvist en el mundo.
Un puñado de hombres le destrozó la vida y otro puñado de hombres se afanan en protegerla.
Con toda seguridad, Lisbeth Salander se las habría arreglado muy bien solita.
Sin embargo, no es el argumento lo que me ha cautivado de “Los hombres que no amaban a las mujeres” y “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”, tampoco la constante referencia a la literatura sueca caracterizando a sus protagonistas como Kalle Blomkvist y Pippi Calzaslargas.
Tengo la impresión de que el personaje de Slibeth Salander presenta rasgos únicos, que nunca hasta ahora habían aparecido en la heroína de una novela de acción.
Con un físico nada atractivo, enclenque y poco agraciada, padece fobia social, revela un pasado difícil y antecedentes psiquiátricos.
Se muestra en la primera novela tan alejada del personaje de Mikael Blomkvist (¿alter ego del autor?) que no podemos desentrañar qué papel juega en el relato esta chica al borde de la delincuencia. Aún menos podemos comprender qué relación puede tener con el bueno, honrado y sin fisuras de Mikael.
Cual crisálida que despierta de su letargo, a medida que avanzamos en la narración vamos descubriendo su inteligencia fuera de lo común, su habilidad informática así como su posicionamiento contra la violencia de género. Salander odia a los hombres que no aman a las mujeres.
Se convierte, por tanto, en una especie de superwoman justiciera capaz de utilizar cualquier medio, aunque sea ilegal, para acabar con los maltratadores.
En el segundo libro, nuestra heroína huye para no asumir que está perdidamente enamorado del maravilloso Blomkvist, que no es por nada, pero posee una concepción libérrima del sexo y las relaciones, cocina divinamente y tiene la cocina como los chorros del oro. ¿Quién no quiere uno de esos en su vida?
Pero lo peor de su pasado la alcanza y ha de volver a la lucha. Entonces, casualmente, surgen por doquier un montón de “machos cowboys” dispuestos a ayudarla. No sabía yo que hubiera tantos Mikael Blomkvist en el mundo.
Un puñado de hombres le destrozó la vida y otro puñado de hombres se afanan en protegerla.
Con toda seguridad, Lisbeth Salander se las habría arreglado muy bien solita.
Comentarios