Todos los rostros desfilan ante mí, pero yo no estoy aquí.
Los rostros surcados de imposibles arrugas. Ojos que me buscan entre el gentío; manos que aprietan sin pasión; labios que musitan palabras mil veces repetidas. Pero yo no estoy aquí.
Son los rostros de mi infancia. La vida los ha zarandeado en un gran terremoto. Ha cubierto de blanco sus cabezas y ha moldeado sus caras como si fueran de arcilla. Me persiguen sus miradas, me atosigan sus frases de aliento, me ahoga el calor de sus cuerpos. Pero yo no estoy aquí.
Un rumor de llanto recorre el pasillo. Un conato de risas ha sido abortado. Pero yo no estoy aquí.
Esta mañana, fuimos al campo. Para cruzar un arroyo mi padre me cogió en brazos. Entre las cañas maullaban unos gatitos abandonados. ¿Quién es capaz de dejarlos ¿ Recorremos el camino de vuelta, los pies embarrados y los gatos en el regazo.
Por la tarde, sobre la manta, en el frío suelo, mi padre me enseña a escribir palabras en el aire: mamá, papá, Pepita, peral, gato.
Los rostros surcados de imposibles arrugas. Ojos que me buscan entre el gentío; manos que aprietan sin pasión; labios que musitan palabras mil veces repetidas. Pero yo no estoy aquí.
Son los rostros de mi infancia. La vida los ha zarandeado en un gran terremoto. Ha cubierto de blanco sus cabezas y ha moldeado sus caras como si fueran de arcilla. Me persiguen sus miradas, me atosigan sus frases de aliento, me ahoga el calor de sus cuerpos. Pero yo no estoy aquí.
Un rumor de llanto recorre el pasillo. Un conato de risas ha sido abortado. Pero yo no estoy aquí.
Esta mañana, fuimos al campo. Para cruzar un arroyo mi padre me cogió en brazos. Entre las cañas maullaban unos gatitos abandonados. ¿Quién es capaz de dejarlos ¿ Recorremos el camino de vuelta, los pies embarrados y los gatos en el regazo.
Por la tarde, sobre la manta, en el frío suelo, mi padre me enseña a escribir palabras en el aire: mamá, papá, Pepita, peral, gato.
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