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Mostrando entradas de 2014

Los de fuera

Se conmemora el 50 aniversario del IES San Fulgencio de Écija, en el que estudié BUP y COU. Sin desmerecer los actos oficiales y las declaraciones laudatorias, me gustaría aportar una visión diferente, quizás un poco crítica sobre el tiempo y el escenario que nos tocó vivir. El paso del tiempo apacigua los recuerdos y extiende una pátina dulzona sobre la realidad. Cuentan los expertos que la memoria tiende a guardar solo los buenos momentos del pasado como un recurso para sobrevivir. Resiliencia denominan a la capacidad para sobreponerse a situaciones adversas. No es que la “cándida adolescencia” constituya per se una etapa dolorosa, pero con la distancia de los años nos queda el sabor de lo joven y sano, por encima de todas las turbulencias vividas. Nuestra adolescencia en el instituto, en aquellos años de la transición, fue, sin duda, cándida como todas, aunque convulsa como pocas. El 24 de febrero de 1981, a primera hora de la mañana, el grupo de COU de letras tenía examen

LA ISLA MÍNIMA

La mente me llevó lejos de las imágenes que aparecían en la pantalla. Mis neuronas perdieron el control. Me acordé de “El viejo que leía novelas de amor” sin que existiera ninguna relación. Las marismas no tienen nada en común con la jungla. Sevilla no se sitúa en el ecuador. Los personajes se paseaban por una feria mientras mi cabeza viajaba a Macondo y observaba los rostros sorprendidos de sus habitantes el día que descubrieron el hielo. Tuve que hacer un esfuerzo para regresar a la butaca. Los objetos cotidianos me reconciliaron con un tiempo cercano pero enterrado en el olvido: un cenicero de cristal tallado, el teléfono de la pensión, los azulejos de la cocina, el cuadro con imágenes de cacería, el armario del cuarto de baño,... El pueblo sevillano de la Isla Mínima representa el Macondo andaluz, el territorio fronterizo en el que se puede ver reflejado cualquier pueblo de los años 80. Aún perviven los símbolos de la larga dictadura y sus prohombres mantienen su poder.

Y sin embargo, Berlín

“Viele kleine Leute, die in vielen kleinen Orten, viele kleine Dinge tun, können das Gesicht der Welt verändern. (Afrikanische Weisheit)” En la sala de desayunos del hotel, una anciana corpulenta, casi una giganta a mis ojos, toma un bol de yogur con frutas. Sus piernas están surcadas de gruesas varices que recorren las extremidades como ríos infectos. Mientras desayuna, hojea una guía de Berlín en alemán. Un muchacho ataviado con un pañuelo palestino adhiere una pegatina junto a las estatuas de Marx y Engels, cerca de Alexanderplatz. Una pareja de ancianos procedente de Nueva York se apea en una estación del metro. Sobre las escaleras, un rótulo anuncia el museo judío. Un hombre recoge las audio-guías en el Museo de Pergamo. A sus espaldas, un nutrido grupo de hombres y mujeres de mediana edad, de rostros macilentos y cansados, muestran los estragos de muchas horas de autobús. - Polish , le dice a la joven que entrega las audio-guías tras el mostrador. Un hombre joven

Try, try, try (Colbie Caillat)

Te despiertas una mañana de julio en Sevilla, tras una noche asfixiante, los aparatos de aire zumbando en tus oídos cual cigarras tecnológicas. Pensabas caminar al fresco tempranero. Incluso te has vestido con esas mallas tan cómodas y un calzado apropiado. Después del desayuno, pasadas las nueve, se ha hecho demasiado tarde. Hace tanto calor que un paseo a esa hora puede deshidratar a la más atlética. Enfrentarse al espejo se ha convertido en un suplicio los últimos días. Pareces hinchada. ¿Estás más gorda?, te preguntas sin atreverte a poner los pies en la báscula. La cervecita, las tapas, los helados,... El verano es un cúmulo de tentaciones y tienes la tendencia natural de caer en todas. ¿Y el rostro? Desde luego que la edad no perdona, aunque te aseguraron en la tienda que aquella crema de día ocultaba las manchas. Tanto la crema de día como la de noche carecen de poderes milagrosos. Tendrás que resignarte a los efectos del tiempo en tu rostro. En verano, las playas del m

Summertime

One of these mornings You're gonna rise, rise up singing, You're gonna spread your wings, child L os veranos de la infancia serpentean por un tiempo estático. El gallo tempranero arranca el sopor de una noche envuelta en sábanas sudadas. Un colchón en el patio descansa bajo la higuera y las gallinas anuncian el primer huevo de la mañana. Se extiende ante sus ojos una larga jornada de rutinas tediosas. Pasa el paño para retirar el polvo del pomo, el respaldo, el asiento, la pata trasera, el travesaño, la pata delantera de la silla. El agua de la fregona refresca el suelo. Se entretiene dividiendo las losas del pasillo. Friega con cuidado, atendiendo escrupulosamente a la geometría. En la habitación del fondo, con las persianas echadas, se ampara en la penumbra para viajar a la isla de Thule, hasta que una voz la reclama desde la cocina, desde el patio, desde los cobertizos. Aún persiste la sombra sobre el columpio del gallinero. Esta mañana retiró la nata al h

HISTORIA DE UN VOTO

Érase una vez un albañil de la campiña sevillana que cada año viajaba a Suiza para trabajar en la construcción. Aquel mes de mayo le sorprendió al pie de los Alpes, con más frío del que jamás pasaría en enero en su pueblo. Una llamada de su mujer le recordó que pronto celebrarían elecciones municipales. Al albañil le faltó tiempo para pedir permiso en la obra a sabiendas de que perdería el jornal. Tomó un autobús, después un tren, hasta llegar a la capital del cantón. Al salir de la estación, encogido en su abrigo con las solapas subidas para taparse las orejas, preguntó a los transeúntes con las cuatro palabras que chapurreaba en los tres idiomas oficiales. Le ocupó media mañana, pero al fin encontró el consulado español. Antes de entrar se sentó en un parque y se comió un bocadillo de queso. La funcionaria del consulado abrió mucho los ojos y arqueó las cejas, aunque se abstuvo de expresar sus pensamientos. Un hombre muy moreno, de manos callosas que olían a queso, se había pl

Vivir es fácil...

Vivir no es fácil, ya abras los ojos o los cierres. David Trueba es consciente de ello cuando elige la historia de Antonio para escribir el guión. Su mirada se posa en antihéroes, personajes corrientes, que pueden vivir en tu barrio, como en Saber Perder , una novela que me conquistó. No es casual que un profesor obtenga el papel protagonista, porque la película de Trueba no es una comedia sobre los años 60. Tampoco se trata de una road movie al uso, a pesar del coche. Tampoco resulta baladí el personaje de una joven embarazada (“que nadie decida por mí”, protesta), ni un chico rebelde que huye de su casa. Solo el profesor que los sube al coche y actúa como protector tiene claro su objetivo, aunque pueda parecer una simpleza -”La juventud tiene tapiadas las vistas al futuro”, se lamenta el personaje encarnado por Javier Cámara. No es la primera vez que David Trueba une a personajes inconexos que terminan sumando sus fuerzas. Los miembros de la familia

Mujeres en la educación

A petición de algunas amigas, publico mi intervención en el acto "Educar en Igualdad", celebrado en el SP de Enseñanza de Sevilla el día 3 de marzo "Monitoras de aula matinal, profesoras universitarias, cocineras, catedráticas, monitoras de comedor, profesoras de secundaria, monitoras administrativas, limpiadoras, maestras de infantil, de educación especial, logopedas, conserjes, maestras de taller, auxiliares de laboratorio, educadoras sociales,… La educación es un sector en el que las mujeres trabajan de forma mayoritaria, porque tradicionalmente se ha asociado al cuidado de los demás. Sin embargo, el empleo en educación puede representarse como una pirámide, en cuya base se encuentran las mujeres y en el vértice los hombres. En esta base de la pirámide se instalan la precariedad, la temporalidad, los contratos basura, auspiciados en muchas ocasiones por la privatización de servicios por parte de la Administración. En la base de la pirámide se enc

Agradecimiento pedagógico

Esta tarde soleada de invierno vengo a dar las gracias. Son muchas las tardes de estudio, exámenes, trabajos y sufridas tareas estudiantiles, que he compartido con mis hijas. En contadas ocasiones han supuesto deleite o placer, menos aún amor por el arte o la literatura. Por ese motivo, hoy deseo mostrar mi gratitud. “Es de bien nacidos ser agradecidos”, me enseñaron mis mayores. Quiero agradecer que la profesora de lengua de M. la motive para ir al teatro, subiendo la nota por cada representación a la que asiste. Quiero dar las gracias por los aplausos en obras de Molière, Bretch o Shakespeare, por sus mejillas encendidas, por sus risas y sus ojos al borde de las lágrimas, por las incursiones a los camerinos en pos de un autógrafo. Muestro mi reconocimiento por animarlos a tuitear versos de Cernuda y recorrer las calles de Sevilla cámara en ristre buscando las huellas del poeta. Quiero dar las gracias por la calle Acetres, la calle Aire, la Plaza del Pan y un azulejo de la Ju