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Mostrando entradas de mayo, 2009

NEGRAS LENTEJAS

Poseo cierta experiencia en recuperar cacerolas donde se han quemado lentejas. Hace mucho más de veinte años que me inicié en esta sana habilidad. En aquella ocasión las humildes legumbres decidieron suicidarse a lo bonzo en protesta por mi falta de cuidado. Yo estaba haciendo el amor en la habitación contigua y no me alcanzaron sus gritos de socorro ni sus efluvios aromáticos. Eran otros tiempos y otra cantidad de hormonas recorría mi cuerpo. Andaba yo muy atareada esta mañana. Aprovechando que salían las carretas del Rocío, las autoridades locales decidieron darnos un día de asueto. Como no uso traje de faralaes ni monto a caballo no sabía qué hacer con este aciago día en medio de una semana de fin de curso, con la programación sin terminar y los bailes sin ensayar. Descansar. Ésa era la consigna. Anoche estaba tan cansada que me metí en la cama a las 10’30 h. El libro de Atxaga que leía se iba convirtiendo en nubes cada vez más densas. Como era de esperar, a las siete y media abrí

TECHO DE CRISTAL

Aún intentando ser muy optimista, es imposible considerar que las niñas de hoy no se encuentren con el famoso techo de cristal cuando accedan al mercado laboral. Todavía parten de una falta de igualdad de oportunidades en sus propias familias. Tengo alumnas que deben limpiar el cuarto de baño después de que los usen sus hermanos mayores y varones; hay niñas que sólo tienen acceso al ordenador cuando su padre y su hermano (más pequeño) se han cansado de él; mis alumnas tienen menos libertad que sus compañeros,… Estoy hablando de un entorno de clase media, donde tiene empleo más del 70% de las madres y el nivel de estudios oscila mayoritariamente entre el bachillerato y los estudios universitarios.         Se mantienen los roles tradicionales y se aduce como la primera causa del escaso acceso a la función directiva la falta de formación fuera del horario laboral. No me extraña en absoluto, pues las mujeres priorizan el cuidado de los demás a su ascenso profesional.   No es que me parez

VOLVER A ZAHORA

El viento de Levante sopla con furia. Durante la noche acompañó nuestros sueños y nos acercó el bramido del mar, como si las olas se arremolinaran en el jardín. La vida avanza a grandes zancadas. A veces, parece un circuito de velocidad donde pugnamos por adelantar al contrario. Pero Zahora permanece, en apariencia, inalterable. La carretera que baja al Sajorami, los estrechos caminos de tierra, sombreados de acebuches y pinos, se amparan entre muros que nunca volverán a resguardar viejas casas rodeadas de huertos. Ahora esconde pequeñas pero bien pertrechadas casas de veraneo. Los huertos dejaron paso a jardines con porche y Mercedes bajo el emparrado. Permanecen el faro y las rocas desnudas por la bajamar. Y el mar en todos los tonos de azul. Y la arena fría. Y la luz de Cádiz. Y este Levante que todo los enreda y todo lo aclara. Quedamos nosotras, aunque no seamos las mismas.